Con la creciente electrificación del mundo en general, y de las ciudades en particular, no solo es imperativo el incremento de fuentes alternativas de producción de energía eléctrica limpias y ecológicas, sino también nuevos sistemas para su almacenamiento. Ese es el objetivo de un experimento de la División de Tecnología de la Construcción, Departamento de Arquitectura e Ingeniería Civil, de la Universidad Tecnológica de Chalmers, Gotemburgo, Suecia. Dicho experimento ha demostrado que los edificios de hormigón podrían construirse de forma que sirvan como baterías eléctricas recargables. Según declaraciones a Scientific American de una de las autoras del estudio, Emma Zhang, la idea es «añadir funciones adicionales al material de construcción actual», y el resultado, según su opinión, «es bastante prometedor».
En su estudio, Zhang y sus colegas tomaron como modelo las baterías que Edison inventó, por su sencillo diseño y por ofrecer resultados duraderos. Según ese modelo, una solución electrolítica (electrolito) transporta iones entre placas de níquel con carga positiva y placas de hierro con carga negativa, de manera que el proceso crea un potencial eléctrico que produce tensión. Así, en su prototipo utilizaron como electrolito el cemento (ingrediente principal del hormigón) mezclado con fibras de carbono conductoras. Después insertaron a un lado y otro capas de una malla de fibra de carbono recubierta de níquel y de hierro que actuaban como placas. El sistema ha demostrado ser duradero y capaz de descargar la energía para luego recargarse de nuevo.
Aunque el nuevo diseño almacena más de 10 veces la energía que almacenaban prototipos previos, aún queda un largo camino por recorrer para que los edificios puedan construirse como baterías suficientemente eficientes. De momento, 200 metros cuadrados de hormigón, tal como explica Zhang a Scientific American, «pueden proporcionar [solo] alrededor del 8 por ciento del consumo diario de electricidad» de un hogar típico de Estados Unidos.
Lo cierto es que el hormigón es el material más utilizado en el mundo (después del agua), lo que nos permite imaginar el enorme potencial que tendrían los edificios si los construyéramos como gigantescas baterías para el almacenamiento de energía eléctrica. Por una parte, daríamos solución al problema de la toxicidad y escasez de los materiales con los que se fabrican actualmente las baterías recargables, que se producirían entonces con otros tan abundantes como el hierro, el níquel o el carbono; por otra, solucionaríamos el asunto del almacenamiento de grandes cantidades de energía procedente de fuentes naturales como el viento o el Sol, para utilizarla cuando estas no están presentes por las cambiantes condiciones climatológicas. El de la Universidad Tecnológica de Chalmers no es el único estudio para convertir los edificios en baterías. Otro experimento de la Universidad de Washington pretende convertir en baterías también los ladrillos de construcción, pero dejaremos el asunto para otra ocasión porque no queremos cansaros (y de todas formas, si os pica la curiosidad, encontráis un enlace en nuestras fuentes para saber más).