Llevamos años avanzando sin freno en el desarrollo de la impresión 3D. Podemos encontrar áreas en las que su proceso está más avanzado, como en el caso de los materiales plásticos; otras en las que se están desarrollando opciones de gran interés, como en el hormigón; pero en el caso de los materiales metálicos, su avance es limitado y sigue representando un reto; hasta hoy.

La dificultad de imprimir en 3D con metal, reside en que no existen composiciones que permitan un proceso de extrusión fácilmente, sin embargo, los Investigadores de la Universidad de Yale, acaban de presentar un reciente estudio que arroja un poco de luz a la cuestión. Una gama de vidrios metálicos masivos (BMG) -un tipo de aleación de estructura amorfa- pueden calentarse hasta conseguir un ablandamiento continuo, que permita su posterior extrusión.

Lo más característico de esta aleación es que tiene un proceso de enfriamiento ultrarrápido desde su fase líquida, que le permite mantener su estructura amorfa del estado líquido en una fase sólida estable. Su estructura aporta al material una resistencia y rigidez, igual o mayor que otras aleaciones, además de una gran capacidad de deformación elástica. Otra característica importante es que gracias a su nula contracción en solidificación, el objeto impreso mantiene su forma y tamaño.

Este avance es un hito importante ya que este tipo de aleaciones no es cancerígena, y sus características se aproximan a las de los huesos. Esto supone su uso como biomaterial para implantación en huesos como material de base para la fabricación de tornillos, clavos, o placas para ser utilizado en fracturas.

Tras este primer paso, los investigadores buscan desarrollar un proceso que haga su producción más práctica y comercial, y que permita su aplicación a gran escala.