Una de las tendencias urbanas contemporáneas corresponde a la noción de la «ciudad de 15 minutos» y al concepto de «territorio de 30 minutos». Su objetivo es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos a través de la proximidad. Sin embargo, esta perspectiva de urbanismo choca con el diseño actual de los servicios y con los hábitos de consumo de los ciudadanos.

Efectivamente, la idea de la ciudad de 15 minutos requiere una revisión de las necesidades actuales de sus habitantes. Precisamente, los pueblos y núcleos urbanos más pequeños, de alguna forma, siempre han sido «ciudades» de 15 minutos. Pero los ciudadanos se ven atraídos en cambio por la amplia oferta de servicios y bienes de consumo disponibles en los grandes entornos urbanos, de forma que dichos pueblos y pequeños núcleos, que carecen de ellos, quedan gradualmente despoblados.

A medida que la ciudad crece o se densifica, los habitantes urbanos anhelan el aire limpio, los espacios verdes y las zonas libres de tráfico. Dicho de otra forma, los ciudadanos desean vivir en los pueblos o núcleos urbanos más pequeños. Lo ideal, desde esa perspectiva, es un entorno verde y libre de tráfico que coexista con la extensa trama urbana y todos los servicios que ofrece. Es decir, el pueblo dentro de la ciudad. En respuesta a esta demanda, las últimas tendencias recomiendan tomar medidas en ambas direcciones: trasladar los servicios a los pueblos y pequeños núcleos urbanos y mejorar la calidad de vida en el entorno urbano.

Y todo ello tiene que ver con el hecho de que las opciones de consumo se diversifican enormemente en el mercado, en un amplio espectro de posibilidades. O, más precisamente, el mercado libre se convierte en una multitud de alternativas. Así, aunque se busca la ruta más rápida, la más corta o la más ecológica, en el mercado libre todo tiene un precio, por lo que, en realidad, nada es realmente libre.

Por Pablo Apraiz, arquitecto sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic