«Unas relaciones sociales de calidad son esenciales para nuestra salud mental y física y para nuestro bienestar», asegura la Organización Mundial de la Salud (OMS). O, dicho de otra forma, «el aislamiento social y la soledad tienen graves repercusiones en la salud física y mental, en la calidad de vida y en la longevidad». De hecho, la OMS equipara los efectos de la soledad y el aislamiento sobre la mortalidad con los del tabaquismo, los de la obesidad y los de la inactividad física. Según estimaciones globales que la misma organización cita, el 25% de las personas mayores (es decir, de 65 años o más, o, por las diferencias socioeconómicas y de esperanza de vida, a partir de 50 años en África) experimenta aislamiento social, y entre el 5% y el 15% de los adolescentes (grupo que la OMS define como el de quienes viven la segunda década de la vida, o entre 10 y 19 años de edad) se ve azotado por la soledad.

Esa es la magnitud de un problema que parece haberse agravado a partir de la pandemia de la COVID-19. No obstante, se trata de una cuestión con múltiples causas, las cuales escapan al objetivo de este breve tratado. En él nos ocupamos únicamente de una nueva corriente de urbanismo (y de urbanidad) que se ha propuesto afrontar decididamente la cuestión. De cualquier forma, y ya que la soledad es un estado subjetivo, nos referiremos aquí (con la OMS y con esa tendencia en la planificación urbanística) a la situación objetiva de pérdida de relaciones sociales que supone el aislamiento social o, de otra forma, a la soledad no elegida o forzosa. Esta es precisamente la fuente de sufrimiento y enfermedad que numerosas ciudades de todo el globo pretenden, si no eliminar completamente, reducir al máximo cuando menos. Veamos cuáles son esas iniciativas urbanísticas (y de urbanidad).

Efectivamente, distinguimos dos tipos de actuaciones frente a la lacra de la soledad no deseada: las iniciativas en el campo del urbanismo y aquellas en el de la urbanidad. Las primeras se llevan a cabo mediante el diseño, la arquitectura, la construcción y la propia planificación urbanística de los espacios, es decir, a través de la intervención física en el entorno urbano. En cambio, las iniciativas en el ámbito de la urbanidad, de las que se ocupan habitualmente ayuntamientos y autoridades políticas en cada lugar, ponen en pie programas de ayudas, voluntariado y acompañamiento, aplicaciones informáticas y portales electrónicos de apoyo, actividades dedicadas, bancos de tiempo, así como herramientas de diagnóstico, detección y asistencia a las personas que sufren soledad o están en riesgo de sufrirla. De nuevo, en este espacio nos ocuparemos únicamente de las propuestas urbanísticas.

De algunas de las iniciativas urbanísticas nos informa, en un extenso artículo, la revista Bloomberg. Así, leemos en sus páginas que en 2016, las autoridades de West Palm Beach, Florida, EEUU, se preguntaron por los motivos que mantenían a los residentes y visitantes alejados de su paseo marítimo. Según relata en la mencionada revista Houssam Elokda, director gerente de Happy Cities, una de las compañías contratadas para llevar a cabo la investigación, los habitantes locales aseguraron que el paseo marítimo «está muy limpio, pero no hay mucho que hacer; hay vegetación, pero no sombra; es novedoso, pero no funcional». En respuesta al estudio, las autoridades de West Palm Beach llevaron a cabo en el paseo distintas actuaciones urbanísticas experimentales, a saber:

-Aumentaron la vegetación e instalaron en uno de sus tramos obras de arte de un artista local.

-Situaron grandes marcos con fotografías históricas translúcidas.

-Colocaron sillas y mesas en lugares estratégicos.

En virtud de esa sencilla intervención en el espacio público, el paseo marítimo se convirtió en un lugar más favorable a la interacción social. Efectivamente, gracias a ella, los visitantes y transeúntes encontraron motivos para quedarse (vegetación y sombra), algo de lo que hablar (obras de arte y fotografías), y espacios para socializar sin imposiciones (sillas y mesas).

Otra iniciativa urbanística llevada a cabo en ciudades como Salem en EEUU, Gotemburgo en Suecia, Berlín en Alemania, y otras ciudades europeas, es la de la instalación de los llamados «bancos de charla» o «bancos de la amistad». Según esta propuesta, una serie de señales y carteles invitan a los transeúntes a sentarse a charlar en bancos reservados para ello, si lo desean. Y en Países Bajos, Francia y Canadá, varias cadenas de supermercados han implantado en sus tiendas lo que denominan «cajas lentas» y espacios para la charla. Así, los clientes pueden hablar sin prisas con el personal de las cajas o entre sí.

Otro ejemplo de planificación urbana a mayor escala contra la soledad lo representan las comunidades de covivienda. Se trata de edificios residenciales en los que los vecinos comparten las instalaciones, como cocinas, salones y comedores, en las que realizan actividades comunitarias. Los residentes viven habitualmente en estas comunidades en un régimen de colaboración según el cual se reparten las labores de mantenimiento y las de operación y funcionamiento. Ya publicamos en este espacio un artículo sobre la primera vivienda cooperativa sénior de la ciudad de Barcelona, España, iniciativa de la asociación Sostre Cívic (que encontraréis más abajo).

En todo caso, los urbanistas nos recuerdan que una de las claves para que las personas se sientan cómodas a la hora de entablar una conversación con una persona desconocida, es que no se vean presionadas a ello. La disposición de los bancos en los espacios públicos, por ejemplo, es determinante. Así, los bancos enfrentados serán menos efectivos para ese fin que otros dispuestos en ángulo. Al mismo tiempo, ofrecer elementos de distracción y/o que alimenten su curiosidad, sea una obra de arte, una exposición fotográfica, etc., también es de gran ayuda. Ejemplo de ello son las mascotas, un clásico para iniciar la conversación entre desconocidos. Los pipicán son, en este sentido, lugares especialmente idóneos para la socialización y el intercambio. Por último, existen varias propuestas para que las zonas comunes de los edificios residenciales, como vestíbulos, escaleras y pasillos, ofrezcan una buena oportunidad para la interacción y el intercambio. El diseño y la arquitectura, se dice, deben aprovechar conscientemente estos lugares para ampliarlos y convertirlos en espacios de socialización.

Sea como sea, es seguro que surgirán más iniciativas para animar a los ciudadanos a salir de la soledad forzada a que los condena frecuentemente la vida moderna. Amusement Logic, como actora en diseño, arquitectura y construcción y, por ende, en este campo de investigación y desarrollo, prestará atención constante a aquellas y las compartirá con todos vosotros. Al fin y al cabo, cualquiera de dichas iniciativas puede suponer el comienzo de una bonita amistad.

Podéis disfrutar del artículo sobre el ejemplo citado de covivienda de Sostre Cívic aquí: Primera covivienda sénior: propiedad colectiva y uso.

Fuentes: WHO, Bloomberg, La Vanguardia. Imágenes: Wikipedia, CP Campiello, CP Valdemera, Pixabay.