En 1934, el arquitecto Berthold Lubetkin y su estudio Tecton recibieron un encargo aparentemente modesto: debían presentar el diseño de un recinto para pingüinos en el zoológico de Londres. Así fue cómo, lo que pudo haber sido una simple piscina se convirtió en un manifiesto del Movimiento Moderno de arquitectura. La experimentación formal con hormigón armado en el pingüinario chocó con las necesidades reales de sus aviares moradores.

El diseño, que Lubetkin realizó con la colaboración del ingeniero Ove Arup, destacó por su audacia técnica. Los muros de contención, de apenas 10 cm de espesor, y las rampas en voladizo que se extendían 14 m, con un estrechamiento progresivo de 15 a 8 cm, demostraron el dominio de las posibilidades estructurales del hormigón. Esta ligereza aparente contrastaba con la solidez requerida para soportar el uso continuo y las condiciones climáticas. La disposición en planta elíptica con rampas entrelazadas respondía más a un ejercicio de abstracción geométrica inspirado en el Constructivismo ruso que a la réplica de un hábitat natural.

Sin embargo, lo que funcionó como declaración de arquitectura presentaba carencias como hábitat animal. La profundidad del agua resultaba insuficiente para el solaz natatorio de los pingüinos; la exposición constante al público generaba estrés en las aves; y la falta de refugios o zonas de sombra ignoraba necesidades básicas de la especie. Estas limitaciones, añadidas al deterioro estructural del hormigón tras décadas de uso, llevaron en 2004 al traslado de los pingüinos.

El valor histórico del pingüinario reside precisamente en esa dualidad: vanguardia y funcionalidad. Protegido como monumento, el pingüinario marcó un punto de inflexión al abordar el zoológico de Londres como objeto arquitectónico, pero también puso en evidencia la necesidad de equilibrar innovación formal con bienestar animal. La evolución posterior de los hábitats zoológicos, en los que la imitación de ecosistemas naturales convive con soluciones técnicas avanzadas, demuestra que la verdadera vanguardia en este campo debe satisfacer tanto a la vista como a sus habitantes no humanos.

Por Miquel Solís, arquitecto sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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