La casa del futuro respirará con el ritmo de las estaciones, filtrará la lluvia que la baña y se integrará en el ecosistema como si fuera parte viva de él. Esta es la idea que persigue la arquitectura regenerativa, un concepto que redefine el diálogo entre construcción y naturaleza. Más allá de la sostenibilidad —término que se ha convertido en tópico y un tanto superficial—, la arquitectura regenerativa propone, más allá de minimizar el daño, reparar, restaurar y devolver lo que el desarrollo humano erosiona.

De la teoría a la tierra: orígenes de la arquitectura regenerativa

Los orígenes de esta idea se hunden en el siglo XX, cuando pioneros como John T. Lyle imaginaron edificios que emulan los ciclos de la naturaleza. Más tarde, pensadores como Bill Reed, inspirados en la permacultura y el conocimiento ancestral de los pueblos, transformaron la idea en una práctica concreta. La meta ya no eran las estructuras aisladas, sino crear sistemas simbióticos: edificios que capturan energía solar, purifican agua, enriquecen el suelo y, como corolario, reeducan nuestra relación con el territorio.

Ejemplos de arquitectura regenerativa: de Nueva York a Seattle

El Omega Center, en Nueva York, Estados Unidos, es un ejemplo de esta perspectiva. Combina un humedal artificial con un invernadero para tratar sus aguas residuales, mientras opera exclusivamente con energía solar. En Seattle, también Estados Unidos, el Bullitt Center —apodado «el edificio más verde del mundo»— genera excedentes de electricidad, recolecta cada gota de lluvia y rechaza materiales tóxicos con disciplina monástica.

Cavar zanjas para restaurar acuíferos, usar tierra compactada en muros, techar con especies nativas que atraen polinizadores… La arquitectura regenerativa busca tejer una nueva relación con la Tierra, donde cada edificio sea un nodo de regeneración, conectado con los ritmos que nos sostienen.

Por Manolo Barberá, modelador hidráulico sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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