Desde su introducción en la década de 1950, el poliestireno expandido (EPS en inglés) se ha convertido en un material esencial en la construcción, el embalaje y otras industrias. Conocido por su ligereza, capacidad aislante y facilidad de manipulación, el EPS ha sido parte de grandes proyectos, como la icónica Ópera de Sídney, donde se utilizó en sus primeras fases para aislamiento térmico. Sin embargo, en los últimos años, las innovaciones tecnológicas han revolucionado el EPS, ampliado su aplicación y minimizado su impacto medioambiental.

Una de las ventajas del EPS y, al mismo tiempo, de sus inconvenientes, es su lenta degradación y su acumulación en vertederos y ecosistemas. Sin embargo, investigaciones recientes han dado lugar a soluciones para su baja biodegradabilidad. Una de ellas es el poliestireno gris (Grey EPS en inglés), una variante mejorada con aditivos de grafito que ofrece mayor eficiencia energética con menor espesor.

También se han desarrollado variantes de poliestireno biodegradable, elaboradas a partir de desechos agroindustriales. Además, los aditivos ignífugos incorporados en los nuevos desarrollos, al mejorar su seguridad y disminuir su inflamabilidad, amplían sus aplicaciones en entornos donde la seguridad es primordial.

Con respecto al reciclaje, las innovaciones han permitido que, en lugar de terminar en vertederos, el EPS pueda reciclarse en nuevos productos o incluso pueda transformarse en fuente de energía, con lo que, ahora sí, se cierra su ciclo de vida.

Por Manolo Barberá, modelador hidráulico sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic