Le Corbusier, influyente arquitecto del siglo XX, definió la arquitectura como «el hábil, correcto y magnífico juego de volúmenes combinados bajo la luz». Su afirmación subraya el vínculo esencial entre arquitectura y luz natural, constante desde los primeros refugios, en el diseño de los grandes monumentos de la antigüedad o en el de los edificios más modernos. Pero empecemos por el principio…

En la prehistoria, las aberturas naturales de las cuevas sirvieron como medio de entrada de luz solar. Y luego, con el desarrollo de las construcciones neolíticas, la luz natural se utiliza con fines simbólicos. El monumento megalítico de Stonehenge se alinea con fenómenos astronómicos y utiliza la luz solar para marcar estaciones y ciclos agrícolas. En este caso, la arquitectura se alía con el Sol con intención ceremonial y práctica.

Udit Kapoor | CC BY-SA 4.0 | Wikimedia

En el Antiguo Egipto, la luz adquiere un carácter espiritual. Los templos y las tumbas, cuyo diseño se realizó con precisión matemática, emplean estrechas aberturas para canalizar la luz solar hacia puntos específicos, en un símbolo de la conexión entre los faraones y los dioses. El templo de Abu Simbel es un ejemplo extraordinario de ello: la luz únicamente ilumina dos veces al año las estatuas del interior. Respecto a las viviendas, los patios centrales daban entrada a la luz natural y servían a la ventilación, para garantizar un entorno habitable en las condiciones áridas y cálidas del desierto.

La arquitectura clásica griega y romana llevó el uso de la luz natural a una nueva sofisticación. El diseño de los templos griegos se realizó a partir de un conocimiento avanzado de la iluminación natural; columnas y patios filtraban la luz para realzar la percepción del espacio. Los romanos, por su parte, perfeccionaron los lucernarios y ventanales en termas y basílicas. El óculo del Panteón no solo derrama todavía hoy luz natural en el interior, sino que también crea un efecto dramático, a la par que simbólico, de monumentalidad y ascenso celestial.

Juan Francisco Adame Lorite | CC BY 3.0 | Wikimedia

Hoy en día, los arquitectos no dejan de explorar las posibilidades de la luz, en combinación con las tecnologías más modernas. Y la definición de Le Corbusier no ha perdido vigencia: la arquitectura es todavía un juego de volúmenes y luz.

Por Guillermo Ferrer, arquitecto sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

Imagen de cabecera: | CC BY-NC-SA 4.0 | worldhistory.org

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