El urbanismo que dio forma históricamente a una gran parte de la ciudad de Medellín, en Colombia, fue resultado del desarrollo de la actividad económica desde principios del siglo XIX. A lo largo de este, Medellín se convirtió en un centro industrial y financiero, con el oro y el café como protagonistas de la economía. No es casualidad que el Banco de Antioquia naciera en la ciudad en 1871, el Banco de Medellín en 1881, el Banco Popular en 1882 y el Banco del Comercio en 1896. Con el progreso y la estabilidad económica, la ciudad atrajo a sucesivas oleadas de población que se asentó en la periferia, sobre las laderas de las montañas que la rodean.

Este desarrollo urbanístico rápido, caótico y azaroso, al que contribuyó la limitada capacidad del Estado para las políticas públicas, produjo áreas que carecían de calles propiamente dichas y barrios sin servicios, sin transporte y sin espacios públicos. Entre otros problemas relacionados con la pobreza, el narcotráfico, la violencia y la inseguridad encontraron un entorno favorable en las comunas laberínticas y sus callejuelas estrechas y sinuosas. En los años 90 del siglo XX, Medellín era una de las ciudades más peligrosas y violentas del mundo. Sin embargo, con la llegada del siglo XXI, la inercia urbanística de la ciudad llegó a un punto de inflexión que la condujo hacia una mejora de la calidad de vida de sus residentes. Y uno de los factores que empujaron en esa dirección fue precisamente el hecho de que los ciudadanos de Medellín y las autoridades abrazaron el llamado «urbanismo social».

El urbanismo social, del que por cierto la ciudad es pionera en el mundo, busca aportar soluciones a la desigualdad «socioespacial» a través de la inversión en espacios públicos e infraestructuras. De hecho, llevar los servicios públicos a los asentamientos informales de Medellín ha demostrado ser un medio efectivo para reducir la desigualdad y la violencia. Esta forma de urbanismo se ha materializado a través de sucesivos Planes de Urbanismo Integral (o PUI) en la ciudad.

Los PUI de Medellín se han llevado a la práctica de acuerdo con tres principios: el físico, según el cual la arquitectura, el diseño y la construcción se someten al servicio de las zonas más desfavorecidas y empobrecidas de la ciudad; el social, por el que las intervenciones nacen de la propia comunidad, mediante el diálogo y las propuestas; y el institucional, de acuerdo con el cual los departamentos municipales trabajan al unísono para poner en marcha las intervenciones necesarias y coordinarlas con la participación ciudadana. Nada mejor que un recorrido por los distintos PUI realizados en Medellín para comprender esta cuestión.

En 2004, Metro de Medellín inauguró Metrocable, el primer sistema de transporte público mediante teleférico del mundo. Formaba parte del PUI Nororiental de la ciudad. Tras su construcción e instalación, el sistema conectó los barrios más pobres de la ciudad, en lo alto de las laderas de la montaña, con su centro. Un viaje de dos horas y múltiples billetes pasó a ser de solo 30 minutos y un solo pasaje. A la línea K, que fue utilizada por 5.234.458 pasajeros durante su primer año de servicio, le siguieron 5 más, hasta 2021. Dentro de este mismo PUI Nororiental, se encontraba también el Puente Mirador, una infraestructura que conectó a dos vecindarios, el de Andalucía y La Francia, separados no solo por una profunda quebrada, sino por la violencia de las bandas.

El PUI del noreste también incluyó el Parque Biblioteca de España en el barrio de Santo Domingo Savio, que combina un parque para uso público con espacios de aprendizaje, lectura, cultura y actividades comunitarias. Tres volúmenes de arquitectura singular, realizados de acuerdo con un diseño participativo, albergan un auditorio, aulas para la formación y una biblioteca. En una zona urbana empobrecida, con altas tasas de abandono escolar, la nueva infraestructura es un factor de mejora de la calidad de vida, orientada a la educación y la cultura.

En la comuna de San Javier, en el lado más occidental de Medellín, un área de extrema densidad habitacional y práctica ausencia de sistemas de transporte, la marginalidad y la violencia eran cosa de cada día. El PUI Comuna 13 San Javier vino a aliviar esta situación. Tras una serie de talleres y conferencias con los colectivos ciudadanos del barrio, por fin se decidió llevar a cabo una inversión particular: una red ascendente y descendente de escaleras mecánicas. Se solucionaban así los problemas de movilidad del barrio. Al mismo tiempo, la integración de pequeños parques, viaductos y senderos peatonales estimulaba la vida en la calle y la interacción social. Gracias a esta inversión pública, el entorno de las escaleras mecánicas se ha convertido en un polo de desarrollo económico. Además de los residentes del barrio, una multitud de visitantes se aventura a conocer lo que es un hito urbano, donde arraiga la cultura y el entretenimiento.

Los citados son solo algunos de los más de 200 proyectos que la Empresa de Desarrollo Urbano y la alcaldía han llevado a cabo. Gracias a la inversión pública, Medellín es una ciudad distinta hoy en día. Ha ganado espacios que no existían, bibliotecas, escuelas y parques, alrededor de los florecen los comercios y la vida ciudadana. Y su desarrollo sigue en marcha. No es casual que en 2013, el Urban Land Institute y The Wall Street Journal reconocieran a la ciudad como uno de los centros urbanos más innovadores del mundo, al concederle el premio «Ciudad del año».

Disponéis de más información, con testimonios de los propios vecinos, en este VÍDEO.

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