Cuando las vacaciones solían ser todavía privilegio de unos pocos, un visionario decidió cambiar las reglas del juego… o sea, del turismo. Corría el año 1950 y muchas de las heridas de la Segunda Guerra Mundial aún estaban por restañar. Entonces, el belga Gérard Blitz, tallador de diamantes, excombatiente de la resistencia y exjugador olímpico de waterpolo por su país, soñaba con un lugar donde la alegría y la libertad se fundieran con la naturaleza. Así nació Club Med —en aquel momento Club Méditerranée SA—, una idea revolucionaria que hoy, cuando cumple 75 años, todavía incorpora líneas a su propia leyenda.
El comienzo de una utopía
Todo empezó en las doradas arenas de Mallorca, España, donde Blitz instaló por primera vez un campamento de tiendas de campaña que alquiló a Gilbert Trigano, que pasaría poco después a ser su socio en Club Med y lo sería de por vida. Pero lo que allí se hacía no eran unas vacaciones al uso: por un precio único, los huéspedes, llamados «Gentils Membres» (GM) —algo así como «miembros agradables o amables»— disfrutaban de dos semanas llenas de actividades, comidas y amistades. Aquel verano de 1950, 2.400 personas durmieron bajo las estrellas en la localidad mallorquina de Alcúdia, mientras compartían vajillas de excedentes militares, practicaban esquí acuático o jugaban a la petanca. Ese fue el embrión de un concepto que cambiaría el turismo para siempre: el de «todo incluido».
La animación de los «Gentils Organisateurs»
Uno de los aspectos que hacía único a Club Med era el espíritu de comunidad que se vivía en sus instalaciones. El equipo de los «Gentils Organisateurs» (GO) —u organizadores amables— era un grupo multicultural de animadores, deportistas y artistas; no solo organizaban actividades, sino que compartían mesa, juegos y risas con los huéspedes. Las veladas a la luz de la Luna, con guitarras y actuaciones improvisadas, se convirtieron en el alma de Club Med. En palabras de Blitz: «el confort se encontraba en la belleza del lugar, el sol, la amistad y, sobre todo, en la libertad».
De las tiendas de campaña al lujo sostenible
Pero Club Med no se limitó al mar Mediterráneo, en Alcudia primero y luego en la isla de Yerba, Túnez. No, en 1955, seducidos por la cultura polinesia, Blitz y el que ya era su socio, Trigano, abrieron un resort todo incluído en Tahití, Polinesia Francesa; y en 1957, inauguraron el primer resort de ski en Leysin, Suiza. Innovaciones como el bufet (1965) o el Mini Club (1967) —el «primerísimo programa de cuidado infantil durante las vacaciones»— marcaron hitos en la industria mundial del ocio y el turismo. Según cuenta el propio Club Med, fueron pioneros en destinos como Punta Cana, donde la marca llegó en 1983 e incluso «participó en la construcción del aeropuerto», o en China, donde, desde 2010, acompañaron al país a medida que «comenzaba a descubrir los placeres de las vacaciones». Hoy, sus 68 hoteles resorts, de las Seychelles a Marruecos, son sinónimo de lujo responsable, con iniciativas como la fundación Happy to Care y complejos turísticos eco-sostenibles como Michès Playa Esmeralda.
Iconos y leyendas
Y es que 75 años dan para mucho… si no lo creéis, preguntaos: ¿qué fue del collar de bar, inspirado en las guirnaldas polinesias? Pues fue una idea que hoy se ha convertido en la pulsera digital. Y la camiseta con el número 45, cuyo origen no deja de ser un misterio —«¿una celebración del 45º aniversario del Club? ¿Una camiseta de hockey prestada por un GM estadounidense y el azar del número? ¿Un homenaje al paralelo 45 norte?»— es todavía hoy parte del folklore de Club Med.
Y luego nos encontramos con el icono de su logotipo, el tridente que hace referencia al dios helénico Poseidón, «protector de los mares y océanos», o al trishul de la diosa Shiva del hinduismo, «que encarna el equilibrio del cosmos». Un tridente que en 2024 reimaginaron varias artistas internacionales (Alexia Winterhalter de Italia, João Incerti y Naia Ceschin, de Brasil, Yukai Du, de Reino Unido, Alex Proba, de Estados Unidos, Agathe Marty y Lise Mailman, de Francia, y Jen Du, de China).
Y es que Club Med trasciende el turismo: es casi un fenómeno cultural, o sea, forma parte de la cultura general universal. Su nombre, que evoca felicidad, se desliza en las películas —como en Copper Mountain, en la que Jim Carrey y Alan Thicke viajan desde su ciudad natal a un resort de montaña de Club Med en Colorado—, y en frases hechas, dichos o chistes —como la burlona «¡Esto no es Club Med!», que en Francia hace escarnio de quien se divierte en exceso. Incluso en el París de mayo del 68, algunos de los jóvenes movilizados se valieron de él para lanzar críticas irónicas en sus grafitis, una prueba más de lo profundo que caló desde sus inicios en el imaginario colectivo.
Todo un futuro de felicidad por descubrir
Después de 75 años, Club Med no deja de escribir nuevos capítulos de su aventura turística. El próximo, el primer resort integrado de playa y safari en Sudáfrica, una experiencia pionera protagonizada por la naturaleza y el lujo que abrirá sus puertas en 2026. Un proyecto que refleja el espíritu visionario de la marca, el mismo que en 1950 convirtió tiendas de campaña en símbolos de libertad. El mismo que une culturas hoy a través de sus 15.000 GO de 96 nacionalidades, verdaderos muñidores de la magia cotidiana de cada resort. Un legado que no mira al pasado, sino al horizonte, porque —como enseñaba Blitz— la felicidad no es un destino, sino un viaje.
Fuentes: Club Med 1, Club Med 2, Globetrender, Wikipedia.
Imágenes: Club Med (Claude Gorsse, Maud Delaflotte, François Peyranne, Lise Mailman, Jen Du, Agathe Marty, Naia Ceschin, Bleu Paris).