El incidente del agua verde en las piscinas olímpicas de Río 2016 tuvo un impacto mediático enorme, tanto que el lector de estas líneas ya estará visualizando la imagen. Pero cualquier técnico del sector o propietario de una piscina privada sabe que no se trata de un problema extraño, pues un simple análisis químico del agua permite detectar el origen del problema.
El agua de una piscina se puede volver verde por unas pocas razones: por falta de cloro libre, por un pH descontrolado, por presencia de fosfatos o nitratos en el agua o por un exceso de cobre o hierro. Todas ellas se pueden detectar de forma bastante sencilla, sobre todo en una piscina olímpica dotada de sistemas avanzados de tratamiento. A pesar de lo que dijo el portavoz olímpico Mario Andrade, la química sí es una ciencia exacta.
Lo realmente escandaloso fue el secretismo mantenido por los organizadores, su negativa a desvelar los análisis del agua, las diferentes versiones oficiales que se sucedieron de forma contradictoria. En mi opinión eso demuestra que sabían perfectamente que el agua se había vuelto verde por un error humano. Como reconocerlo habría supuesto un ridículo aún mayor, vaciaron las piscinas y volvieron a empezar desde cero.
Quizás nunca se sepa cuál fue el causante químico de ese tono esmeralda, ni falta que hace. Por suerte las competiciones de Río continuaron sin incidentes destacables y concluyeron con un gran éxito para Brasil. Pero como profesionales del agua nos parece importante que este tipo de incidentes no proyecten una imagen errónea de nuestro sector.