El hormigón coloreado se obtiene mediante la agregación de pigmentos especiales a los materiales habituales con los que se produce (agua, arena, agregados, aditivos con fines específicos). Si bien dichos pigmentos cambian la apariencia del material y de la construcción en la que se emplea, no interfieren sin embargo con su resistencia, su fraguado o su durabilidad, que se mantienen inalterables. Además, la pigmentación puede combinarse con otras técnicas de acabado, como por ejemplo, el uso de moldes con diferentes texturas.
Para conferir toda su fuerza colorante al hormigón, los pigmentos tienen que dispersarse uniformemente en la mezcla. Y el grado de dispersión de un pigmento depende del tipo de pigmento (energía de dispersión), pero también, en gran medida, de la consistencia del hormigón. Un hormigón menos espeso permite una mejor dispersión de todos los elementos presentes en el mismo y, por tanto, también del pigmento.
El hormigón pigmentado, que mantiene las características del hormigón convencional, puede emplearse tanto en interiores como en exteriores. Así, podemos aplicar esta técnica al hormigón necesario en la construcción de parques, jardines, caminos, paseos, techos, muros perimetrales y, en general, donde quiera que sea necesario dar al espacio un toque creativo y colorido.
Por Ángel Ibáñez Pérez, ingeniero MEP sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic