En el litoral de Ningde, Fujian, en el este de China, al noroeste de la isla de Taiwán, entre los acantilados que acarician las brisas del mar de China Oriental, emerge un volumen de hormigón —más bien se esconde— con discreta y ¿primitiva? elegancia. No es un edificio convencional: es un refugio mimético, un eco de los arrecifes y las cuevas que el mar esculpe en la costa agreste. Se trata de un proyecto de centro social, cafetería y mirador que se hunde en el terreno como un pedazo más del paisaje. El estudio 3andwich Design, en colaboración con He Wei Studio ha plantado una masa que no compite con el entorno, sino que aprende de él.
Su estrategia, clara: la tierra como abrigo, la geometría como lenguaje. La cubierta, una pradera entre lo natural y lo arquitectónico; las aberturas, circulares, tubulares, la perforan como respiraderos de una criatura dormida; son hitos funcionales y fotogénicos, pensados para que los visitantes interactúen con ellos. El hormigón, tratado con rugosidad deliberada, evoca la textura de las rocas erosionadas por la sal y el viento. No busca pulimento ni perfección; su aspereza es un tributo a la geología del lugar. Los cortes en los muros —puertas, ventanas, hendiduras— no responden a un orden arbitrario, sino a una coreografía de luz y sombra. Cada plano inclinado, cada ruptura angular, recuerda la fractura irregular de los acantilados vecinos.
Acceder al interior es una experiencia casi ritual. Por el flanco oeste, un volumen semicircular emerge del césped como la concha de un molusco. Es la puerta de entrada, un umbral suavemente descendente que prepara al visitante para el contraste: fuera, la vastedad del mar; dentro, la intimidad del seno maternal de la tierra. Dividido en tres zonas —vestíbulo, sala principal y servicios—, se articula mediante muros curvos. El hormigón domina, pero la luz lo redime: entra por las aberturas superiores y laterales, para dibujar patrones dinámicos. En la sala principal, orientada hacia el mar, las vistas dan la bienvenida al océano, siempre invitado de honor.
Más que una mueca técnica, la estrategia bioclimática del proyecto es parte de su narrativa. Enterrado parcialmente, el edificio mantiene una temperatura estable y reduce así el coste medioambiental de su climatización. Las aberturas de ventilación, estratégicamente ubicadas, aprovechan el viento para renovar el aire. Incluso el césped de la cubierta actúa como aislante térmico. Se trata de una arquitectura que escucha al entorno, que no lo fuerza, que no impone su presencia, sino que se pliega a él.
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Fuente e imágenes: 3andwich Design.