Consideramos habitualmente los spa como espacios con instalaciones y equipamientos que proporcionan al usuario toda una serie de estímulos relajantes y sensaciones placenteras. Sin embargo, dentro de ellos puede encontrarse un elemento que pretende todo lo contrario, es decir, la supresión de cualquier estímulo sensitivo. Se trata de los tanques de flotación, también conocidos como tanques de aislamiento sensorial.
Los espacios que ofrecen esta experiencia dentro de un spa deben considerarse de manera específica en arquitectura, diseño y construcción. Así, para que puedan ofrecer un aislamiento sensorial efectivo, deben ser espacios independizados y tratados temáticamente de manera particular. La iluminación y el aislamiento acústico son dos parámetros que han de cuidarse para que funcionen correctamente. Pero además requieren un equipamiento especializado: los tanques de flotación. Se trata de bañeras o piscinas cerradas, con una capacidad aproximada de 600 litros de agua, a una temperatura de 36° C, con unos 300 kg de sales en disolución. La altísima densidad que las sales confieren al agua facilita la flotación sin esfuerzos, de forma que el usuario siente que se funde con el líquido y que los límites de su cuerpo se desvanecen.
El tratamiento en uno de estos tanques de aislamiento reduce los niveles de estrés, estimula la secreción de endorfinas, ralentiza las ondas cerebrales, etc. Se estima que media hora de suspensión en uno de estos tanques equivale a cuatro horas de sueño reparador. Su popularidad ha ido en aumento estos últimos años, siendo habituales en muchos spa, balnearios y centros de tratamiento estético.
Por Manolo Barberá, modelador hidráulico en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic