«Los jardineros (…) se dedican a matar para que [su jardín] quede bonito», decía Gilles Clément, paisajista, jardinero, botánico, entomólogo y ensayista francés, además de profesor de la Escuela de Paisajismo de Versalles, en una entrevista publicada en el suplemento semanal del diario El País. Y esa, su afirmación crítica, resume a la perfección el planteamiento que atesora a la hora de crear jardines y paisajes. Si bien durante sus estudios aprendió «a matar», Clément pronto decidió buscar otra forma de enfrentarse a la diversidad de la naturaleza.
Así, en 1977 compró un terreno para «trabajar sin pesticidas». Gracias a su experimentación en este lugar (por ejemplo, utilizó puré de ortigas para controlar las plagas en vez de insecticidas artificiales), el paisajista francés llegó a establecer ese delicado equilibrio en el que se posicionan desde entonces sus trabajos: máxima diversidad y movimiento con una mínima intervención. Uno de los conceptos que acuñó, y que responde a este planteamiento, es el de «jardín en movimiento».
En contraposición a los espacios de paisaje fundados en el orden visual y el control sobre las especies vegetales, el jardín en movimiento es un tipo de paisaje que tiene vida propia y es dinámico. En él, las plantas encuentran una relación natural con el entorno y se desarrollan lo más libremente posible. Por el contrario, el diseño de paisajismo convencional se efectúa de forma artificial, mediante el uso de ordenadores, por ejemplo, para crear jardines fijos. Ajenos a las relaciones entre las plantas y su crecimiento natural, establecen alineaciones, proporciones y límites marcados. En cambio, el jardín en movimiento es hoy uno y transcurrido un año será completamente distinto.
Desde el punto de vista de Clément, el diseño del paisaje es solo un punto de partida, y su intervención en el conjunto natural debe ser mínima. Así, nunca utiliza la expresión «mala hierba», sino que valora las especies vegetales que caen bajo esa idea en la medida en que tienen su propio papel en el equilibrio natural. En todo caso, la intervención de paisajismo será solo la necesaria para evitar que el paisaje se convierta en un terreno salvaje, del que no puedan disfrutar los visitantes.
Otro concepto propuesto por el paisajista francés, relacionado con el anterior, es el de «jardín de resistencia». En este caso, se trata de ese espacio natural que vive sin necesidad de la ayuda humana y el paisaje asociado a él. Se trata de un paisajismo que no requiere mantenimiento, que «no supone un gasto», ni tiene como consecuencia que «el uso de agua se dispara». Es, por tanto, un «jardín sostenible», insiste Clément en la entrevista de El País Semanal.
Un último concepto que el paisajismo y la jardinería debe al especialista francés es el de «tercer paisaje». Este es precisamente el que se forma en los lugares marginales que los humanos abandonamos. Por ejemplo, los márgenes de las carreteras. El tercer paisaje, ahora sí, es completamente salvaje. Los espacios que lo integran tienen un gran valor para Clément, ya que son el «refugio de la diversidad» de la naturaleza.
Fuentes: ROOM, El País, Wikipedia. Imágenes: Gilles Clément.