Imaginemos, en uno de esos ejercicios de arquitectura de espacios de ocio a la que os tenemos acostumbrados, un restaurante panorámico que se engasta como una gema en un cañón de roca. Imaginemos tres miradores de hormigón visto superpuestos, enlazados por una rampa curva que dibuja un suave recorrido ascendente. Imaginemos que se abren a la montaña mediante superficies acristaladas, y que estas recorren sus perímetros y borran los límites entre interior y exterior. Imaginemos que cada mesa de ese restaurante disfruta del espectáculo de la roca a diferentes alturas y con ángulos variados. Precisamente, eso hemos hecho desde el Departamento de Diseño de Amusement Logic.
En la planta baja, la terraza se extiende directamente sobre la roca natural y permite cenar al aire libre, mientras la luz del atardecer reverbera en los muros ocres y rojizos. En los niveles superiores, el interior adopta una atmósfera más íntima: paneles de madera tostada, tapicerías en cuero color tabaco y una iluminación lineal cálida que perfila vigas, suelos y techos, y que enfatiza la rugosidad de la piedra circundante.
El mobiliario replica la geometría del edificio y favorece el tránsito fluido entre mesas y salones. La estrategia paisajística protege la vegetación autóctona que asoma entre grietas, y la potencia con discretas plantaciones de especies resistentes a la escasez de agua. El resultado es un templo gastronómico cuya teatralidad radica en el diálogo directo con el paisaje: un refugio contemporáneo que convierte la experiencia culinaria en un itinerario vertical por la belleza abrupta de la roca.
Por Manuel Devesa, arquitecto sénior en el Dpto. de Diseño de Amusement Logic