Las vigas de acople se encuentran principalmente en edificios de media a gran altura, donde se emplean configuraciones sismorresistentes basadas en muros de hormigón o sistemas estructurales de muros y acero combinados. Los muros de hormigón armado representan una solución eficiente para la estructura de estos edificios, ya que proporcionan resistencia frente a las fuerzas sísmicas y las deformaciones laterales (o derivas).
Es común que estos muros se ubiquen en las zonas de circulación del edificio, como en el entorno de los ascensores y/o escaleras, donde se requieren aberturas para puertas, ventanas u otros servicios necesarios para el funcionamiento del edificio. Cuando estas aberturas o vanos se disponen en altura, los muros se conectan en su parte superior e inferior mediante este tipo de vigas. Así conforman lo que se denomina un sistema de muros acoplados. Las vigas de acople o de acoplamiento son precisamente las que conectan dichos muros.
La rigidez lateral de los muros, que suele ser mucho mayor que la de las vigas de acoplamiento, influye en su comportamiento. Esto provoca que los muros impongan prácticamente la misma demanda de rotación en los extremos de las vigas. Debido entre otros factores a la corta longitud de estas, la demanda de rotación genera a su vez fuerzas cortantes considerables.
El diseño y la geometría de estas vigas difieren de las vigas esbeltas. En consecuencia, las vigas de acoplamiento deben cumplir unos requisitos normativos específicos, fundamentados en su ductilidad, tanto en términos geométricos como de diseño. Estos requisitos se describen en normas como la ASCE 7-22 (cuyas siglas en inglés están por la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles) y el ACI 318-19 (del Instituto Americano del Hormigón; particularmente, en el capítulo 18 y sus respectivos comentarios).
Por Jean Carlos Soto, ingeniero estructural sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic