A la luz del estudio publicado el pasado 23 de agosto (2024) en Science Advances, parece que los miembros de nuestra especie del IV milenio a.C. ya contaban con «el genio creativo y los primeros recursos de ingeniería científica» para desarrollar una primitiva aunque compleja arquitectura. El estudio reproduce la forma en que se llevó a cabo la construcción del dolmen de Menga, que se encuentra en el municipio español de Antequera, al sur de la península ibérica, y forma parte desde 2016 del patrimonio de la humanidad (como parte del Sitio de los dólmenes de Antequera) que protege la UNESCO.

Se trata de una obra de arquitectura megalítica, la forma más antigua de arquitectura monumental en piedra. De hecho, el dolmen de Menga, datado entre el 3800 y el 3600 a.C., ejemplo de la tradición megalítica de las galerías cubiertas de roca (Caixa de Rotllan, La Roche aux Fées, Bagneux, etc.) es el más antiguo de los grandes dólmenes de la península ibérica. Así, se sitúa en el periodo Neolítico (concretamente, el Neolítico tardío, entre el IV y el II milenio a.C.), que se inició hacia el 9000 a.C. con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería y, en consecuencia, con el establecimiento de los primeros asentamientos permanentes en lugares en los que no existían previamente.

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 01

Ángel M. Felicísimo - CC BY 2.0

El dolmen de Menga presenta una serie de singularidades que lo convierten en un monumento único. La presencia de tres pilares en su interior (un cuarto se habría perdido), o la delicada inclinación hacia el interior de las grandes losas que lo forman, son solo dos de esas características. Por lo demás, es un dolmen de galería simple, de 24,9 m de longitud, una anchura máxima de 5,7 m y una altura de 2,50 m en la entrada y 3,45 m en la parte posterior de la cámara. El acceso al espacio interior se realiza a través de un pequeño atrio sin techo.

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 02

Auzkiza - CC BY-SA 3.0

Para hacernos una idea del tamaño de Menga, debemos considerar que las 32 losas que lo forman pesan unas 1.140 toneladas en total. Una de ellas, en el techo, con un peso estimado de 150 toneladas, es la losa más grande jamás trasladada en la arquitectura megalítica de la península Ibérica, y la segunda de Europa (sólo superada por el Grand Menhir Brisé de Bretaña, Francia). Pero veamos ahora cómo se realizó la construcción del monumental dolmen de Menga.

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 03

Ángel M. Felicísimo - CC BY 2.0

En primer lugar, los fragmentos de crustáceos y moluscos fosilizados, presentes en las 32 losas que forman el monumento, demuestran que proceden de una cantera de rocas sedimentarias situada a unos 850 m de distancia y elevada sobre él unos 50 m. Esta situación facilitó el transporte de las losas que, de acuerdo con la hipótesis de los científicos, se realizó mediante trineos, «ya que otras técnicas de transporte alternativas, como los rodillos, habrían resultado poco prácticas».

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 04

Ángel M. Felicísimo - CC BY 2.0

Los constructores del dolmen prepararon el sitio de construcción previamente a la colocación de las losas. Para ello, excavaron unas zanjas profundas en la roca donde iba a erigirse el dolmen, de forma que las losas, una vez colocadas, quedaran incrustadas bajo el nivel del suelo. Esta técnica, que les permitió situar los grandes bloques de piedra con gran precisión, según ángulos determinados tanto en el interior de las zanjas como con respecto a las losas situadas a continuación, «hace muy plausible el uso de contrapesos para colocarlas». Una vez colocadas las losas verticales u ortostatos, llegó el momento de situar las del techo. Estas seguirían la misma dirección de transporte que los anteriores, a lo largo del eje longitudinal del dolmen, de atrás hacia delante, y a favor de la pendiente descendente que habían dado a la arquitectura del monumento.

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 05

Velin - CC BY-SA 4.0

Tras la colocación de los bloques de coronación, los constructores del dolmen de Menga excavaron su interior «para recuperar el trineo y bajar la piedra de coronación a su posición final» y, eventualmente, siguieron con la excavación hasta el nivel final del suelo. Por último, se cubrió el dolmen de tierra hasta formar un montículo que, además de proporcionar estabilidad a la estructura, la impermeabilizaba y la protegía de las lluvias. Según leemos en el estudio, «este aislamiento es especialmente importante porque las rocas calcarenitas muy porosas y con poco cemento de calcita (…) sufrirían importantes cambios de peso y meteorización química y física debido a la interacción con el agua».

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 06

Malopez 21 - CC BY-SA 4.0

Para finalizar, debemos señalar que el eje central de simetría del dolmen de Menga coincide con el plano de orientación del acantilado norte de La Peña de los Enamorados, al que mira el dolmen, en el preciso lugar en que se encuentra el abrigo de Matacabras, un yacimiento de pinturas rupestres del Neolítico antiguo. No obstante, los arqueólogos no pueden asegurar cuál fue el uso que se daba al dolmen de Menga, si bien podría tratarse de un monumento funerario, ya que otras estructuras neolíticas similares sirvieron como tumbas.

Secretos de la arquitectura megalítica: el dolmen de Menga Foto 07

Pedro J Pacheco - CC BY-SA 4.0

A modo de conclusión, el estudio asegura que el dolmen de Menga es una auténtica «proeza de la ingeniería primitiva», para cuya construcción fue necesaria «la incorporación de conocimientos avanzados en los campos de la geología, la física, la geometría y la astronomía».

Encontraréis los créditos de los autores del estudio —profesores y científicos de diferentes universidades del Estado español—, así como el texto completo del estudio y gráficos explicativos, en el enlace que os dejamos en nuestro reconocimiento de fuentes.

Fuentes: Science Advances, Wikipedia.
Imagen de portada: Tony Makepeace – CC BY 2.0