Podemos convenir en llamar «arquitectura animal» a las estructuras que los animales construyen como refugio o para cumplir funciones específicas necesarias en su vida, como atraer parejas o proteger a sus crías. Estas construcciones llegan a ser en ocasiones increíblemente sofisticadas. Por ejemplo, los nidos de algunas aves, o las madrigueras de zorros y conejos, o los hormigueros y termiteros, o las telarañas, funcionales y estéticamente impresionantes, las colmenas, las represas de los castores…

Y no deja de ser asombroso comprobar la influencia que esas estructuras ejercen sobre la arquitectura humana. El biomimetismo, una forma de hacer arquitectura que parte de la naturaleza, que imita sus formas y funcionamientos, impulsa innovaciones arquitectónicas y tecnológicas.

Por ejemplo, los panales de las abejas han inspirado el desarrollo de materiales livianos y resistentes; y algunos edificios emulan los sistemas de ventilación de los montículos de termitas, en edificios cuyo diseño busca el enfriamiento pasivo; y las represas de castores han servido de modelo para estrategias de gestión hídrica sostenible.

Mediante la observación de esa arquitectura animal, nuestra especie ha aprendido a diseñar estructuras más eficientes, sostenibles y adaptadas al entorno natural. Así, se hace evidente el poder de la naturaleza como guía para resolver desafíos modernos. Este intercambio de ideas refuerza la conexión entre biología, innovación y las prácticas contemporáneas en arquitectura e ingeniería.

Por Alberto López, ingeniero de estructuras sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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