«Momentos eternos» es la expresión que nos recibe cuando entramos al portal virtual del Grand Hotel Villa Feltrinelli, al que dirigimos la atención en esta nueva entrega de nuestra selección de hoteles del mundo. Y es que se trata de un edificio que encierra un pedazo de la historia de Italia y de Europa, y, por tanto, bien podría ganarse un lugar en la eternidad. Situado en el norte del país, en la ribera occidental del Lago di Garda de la pequeña localidad de Gargnano, provincia de Brescia, región de Lombardía, el Grand Hotel Villa Feltrinelli es un lugar muy especial, no solo por su historia, sino también, como veremos, por las particularidades de su gestión.
El edificio principal del Grand Hotel Villa Feltrinelli fue en sus inicios la residencia de verano de uno de los linajes más ricos de la Italia industrial del momento. A partir de un aserradero fundado a principios del siglo XIX, los Feltrinelli llegaron a participar con su producción de madera en el desarrollo urbano de la ciudad de Milán y en la construcción del ferrocarril italiano. Sus negocios se expandieron hasta la banca (con la fundación de Banca Feltrinelli), y llegaron a ser propietarios de varias sociedades entre las que se encontraban Crédito Italia, Edison, Bastogi, la constructora Ferrobeton Span, o la compañía maderera Feltrinelli Legnami.
Construída entre 1892 y 1899 por orden de Giacomo Feltrinelli (uno de los doce hermanos pertenecientes a la segunda generación a partir del fundador del aserradero inicial) y atribuida a los arquitectos Francesco Solmi y Alberico Belgiojoso, la arquitectura de Villa Feltrinelli presenta un carácter ecléctico con ecos neogóticos y una aspecto general neorromántico. La coronación almenada, una terraza con balaustrada que da al lago, ventanas de lanceta triple, ajimezadas y de estrella redonda, cornisas de piedra y lienzos listados, componen las fachadas de la casa. En lo relativo a los interiores, los Feltrinelli supervisaron personalmente su diseño y construcción. Varios artesanos de la época fueron responsables de los intrincados paneles y cielos de madera tallada, los artesonados, las vidrieras policromadas o los frescos en los techos.
El hotel, que se conserva sin apenas cambios desde su construcción, cuenta con 20 habitaciones, a cuyo servicio se dedican 80 empleados (en una proporción de 2 por cada huésped). Según declara a la revista 032c Markus Odermatt, su director general desde 2001, «sólo permitimos eventos con un máximo de 40 invitados, no más», y añade, «tampoco es posible reservar 10 habitaciones con nosotros [ya que] eso crearía un grupo de 20 personas, lo que haría que los otros 20 invitados se sintieran de segunda clase». A este respecto, Odermatt insiste, «nos consideramos una cuna de intimidad».
Es el propio Odermatt el que cuenta, en su entrevista con Sven Michaelsen para 032c, las vicisitudes que llevaron a la creación del Grand Hotel Villa Feltrinelli. Según su relato, el propietario de Regent Hotels, Robert H. Burns, después de vender a sus 63 años, por unos estimados $300 millones, «la obra de su vida» a la cadena hotelera Four Seasons, buscó refugio en Italia para su jubilación. Tras comprar Villa Feltrinelli en 1997 por $3,5 millones de dólares, consideró que el edificio era demasiado grande para él solo. Fue entonces cuando decidió convertir la mansión en un hotel boutique «como nunca se había visto en el mundo». Para ello, cuenta Odermatt, invirtió $35 millones durante los cuatro años que duró una remodelación que supervisó la oficina de conservación histórica de Italia.
Sin embargo, aunque la arquitectura, la magnificencia de sus decoraciones, el exquisito servicio y el entorno contribuyen a proporcionar «momentos eternos» a sus huéspedes, Villa Feltrinelli ofrece mucho más a quien tenga curiosidad suficiente. Ya en 1950 se convirtió en la residencia del heredero del imperio Feltrinelli, el que quizá fuera uno de los miembros más peculiares de la dinastía. Giangiacomo Feltrinelli fue un político y activista comunista italiano, fundador y comandante del grupo guerrillero Gruppi d’Azione Partigiana en la Italia de los denominados «Años de plomo» (Anni di piombo).
Pero, según relata Michaelsen en la introducción a la entrevista de Odermatt, Giangiacomo también se vio arrastrado por su segunda gran pasión: los libros. Así, en 1955 fundó la editorial Feltrinelli Editore y convirtió la villa en un centro de cultura universal que frecuentaron escritores e intelectuales como Saul Bellow, Tennessee Williams, Umberto Eco, Max Frisch o Ingeborg Bachmann. Fue su editorial la que publicó el éxito de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El gatopardo, o el Doctor Zhivago, de Borís Pasternak. Además, publicó a autores tan diversos como el Che Guevara, Nadine Gordimer, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Michel Foucault, Rudi Dutschke, Doris Lessing y Ho Chí Minh.
Sin embargo, antes de todo este revuelo, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, Villa Feltrinelli se vio en el centro de la historia europea, cuando la casa se convirtió en residencia de Benito Mussolini. Los anales cuentan que, después de que el ejército alemán ocupara el norte de Italia al mando de Hitler, el gobernante nazi restituyó al mandatario fascista como líder de un gobierno títere, con el objetivo de proteger el flanco sur de los territorios ocupados por Alemania. Así, el 8 de octubre de 1943 (es el momento de la República Social Italiana), y bajo una fuerte vigilancia, la sede del gobierno italiano y la residencia personal de Mussolini se establecieron en Villa Feltrinelli.
Son incontables las anécdotas e historias que giran en torno a estos acontecimientos y este lugar, aunque aquí, por cuestiones de espacio, no podemos referirlas todas. Solo os dejaremos una de ellas, un relato que Odermatt hace a Michaelsen, su entrevistador, en la revista 032c: «en 2003, un hombre llamó al timbre de la puerta (…) afirmando ser hijo de Mussolini. (…) Como la recepcionista no lo creyó, preguntó si podía hablar con el director. (…) Corrí a la puerta para echar primero un vistazo (…). Dijo que quería volver a sentarse unos instantes detrás del piano, que había tocado todos los días entre 1943 y 1945, a menudo acompañado al violín por su padre. (…) Frente a mí había un hombre de unos 70 años —no estaba en muy buena forma— y algo me dijo que aquella historia podía ser cierta. Y, en efecto, se trataba de Romano Mussolini, un célebre músico de jazz que había tocado con Chet Baker, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Lionel Hampton y Caterina Valente, y que se había casado con la hermana de Sophia Loren». Según finaliza su relato el director del Grand Hotel Villa Feltrinelli, el anciano tocó el piano durante media hora, paseó después por la casa y se marchó. «Nunca volvió. Tres años después, había muerto».
Fuentes: 032c Magazine, Wiki Comuni Italiani, Villa Feltrinelli, This is Gargnano.
Imágenes: Villa Feltrinelli.