La civilización de los maya comenzó a desarrollarse a partir del 2000 a.C. en la zona geográfica conocida como Mesoamérica (que comprende la mitad meridional de México, Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, el occidente de Nicaragua y Costa Rica). Esta civilización destacó por su arte y su mitología, su arquitectura, su sistema de numeración y sus matemáticas, su astronomía y su sistema de escritura (uno de los pocos plenamente desarrollados del continente americano antes de la llegada de los españoles).

Sin embargo, a partir del siglo VI, poco a poco, con sigilo, un tanto misteriosamente, empezó a declinar, sus ciudades se despoblaron (sobre todo las del sur), dejaron de construirse grandes monumentos, y la civilización maya enmudeció hasta casi desaparecer a partir del siglo X d.C. Según las hipótesis que lanzan los historiadores, su decadencia se produjo como resultado combinado de la guerra endémica, la aguda degradación del medio ambiente a consecuencia de la sobrepoblación y la sequía. Apenas sobrevivió una población considerable en las ciudades del norte, hasta que por fin llegó la colonización española.

Pues bien, esos más de 3.000 años de historia de la civilización maya no habrían sido posibles sin una administración adecuada del agua por su parte. Y recientes investigaciones sobre su gestión del preciado elemento no hacen sino acentuar la importancia del hecho. Uno de los últimos de esos estudios es precisamente el realizado «a partes iguales» por los profesores de la Universidad de Cincinnati (EEUU), Kenneth Barnett Tankersley y Vernon L. Scarborough (Departamento de Antropología y de Geología), Nicholas P. Dunning y Christopher Carr (Departamento de Geografía), y David L. Lentz (Departamento de Ciencias Biológicas).

Las investigaciones de estos profesores tuvieron como objeto «los sedimentos inalterados del embalse de Corriental, en la ciudad maya de Tikal», en las profundas selvas del municipio de Flores, departamento de Petén, al norte de la República de Guatemala. Baste añadir, para completar el contexto, que Tikal fue uno de los mayores centros urbanos de la civilización maya precolombina y forma parte del parque nacional de su mismo nombre, Patrimonio de la Humanidad desde 1979 de acuerdo con la UNESCO.

Con todo, tras un minucioso análisis de esos sedimentos «inalterados» del embalse de Corriental, que por cierto fue una importante fuente de agua potable durante más de 1.000 años (entre el periodo preclásico tardío y el clásico tardío, o del 350 a.C. al 830 d.C.), los investigadores de la Universidad de Cincinnati encontraron «una mezcla de zeolita y cuarzo cristalino en bruto del tamaño de granos de arena».

Precisamente, y según los investigadores de la Universidad de Cincinnati, la zeolita, un aluminosilicato no tóxico, «tiene propiedades adsorbentes porque sus espacios porosos microcristalinos tridimensionales crean un tamiz molecular natural», lo que le confiere «la capacidad de filtrar microbios nocivos, compuestos nitrogenados y otras toxinas inorgánicas y orgánicas solubles e insolubles dispersas en el agua potable». No obstante, el hallazgo de zeolita no sirve por sí mismo como evidencia de la conclusión a la que llegaron los profesores. Antes tuvieron que comprobar una serie de extremos que la hacían plausible, a saber:

-Los yacimientos de estos minerales, la zeolita y el cuarzo, no se encontraban en las cercanías de la ciudad de Tikal, sino a unos 35 km al noreste. Por tanto, era necesario transportarlos hasta allí.

-En todos los estratos del depósito de Corriental, uno de los más grandes de la antigua urbe, encontraron restos de tinajas de barro de diferentes tamaños para el transporte de agua.

-Corriental «solo tiene una evidencia menor de contaminantes químicos y ninguna del florecimiento de algas verde-azules». Además, de los 5 existentes en Tikal, «es el único reservorio excavado que no fue dragado intensamente».

-El embalse de Corriental «no sólo es anómalo en Tikal, sino en todas las tierras bajas mayas», pues es el único con evidencias de utilización de zeolita.

-Se descubrió una toba cristalina gruesa del Cretácico-Terciario expuesta al noreste de Tikal, donde «la co-ocurrencia de cuarzo macrocristalino euhedral, zeolita y agua potable limpia fue probablemente la conexión simbólica y la base empírica para que los mayas eligieran explotar este recurso».

Así pues, todas estas evidencias e indicios llevaron a los investigadores a concluir que los maya utilizaron un sistema de filtración de agua para conseguir su potabilidad en el depósito de Corriental. Se trataría, en este caso, del sistema de filtrado de agua más antiguo del continente americano y uno de los más antiguos del mundo, y demuestra que los maya lo utilizaron 2 milenios antes de que en Europa se emplearan sistemas similares.

Podéis leer el estudio completo, con profusión de datos especializados, a través del enlace que encontráis en nuestro reconocimiento de fuentes (en Nature).

Fuentes: Nature, National Geographic, Blue Gold.