Las cubiertas ligeras autoportantes representan una solución eficiente para cubrir grandes superficies —como polideportivos o naves industriales—, gracias a su rapidez de construcción, por su capacidad de adoptar diseños estilizados y por su coste reducido. Sin embargo, el colapso de algunas de estas estructuras durante fenómenos meteorológicos extremos plantea la cuestión de su resistencia.
Eficiencia estructural, pero con limitaciones
A diferencia de los sistemas tradicionales —que requieren vigas, cerchas u otros elementos de soporte secundario—, las cubiertas autoportantes se componen de chapas grecadas que, gracias a su forma de arco, distribuyen las cargas gravitatorias hacia los apoyos perimetrales. Esta configuración minimiza el uso de materiales y reduce los costes de construcción, aunque su ligereza las hace especialmente vulnerables cuando son sometidas a dos esfuerzos críticos: el de la fuerza del viento y el del peso de la nieve.
Viento y succión, un riesgo subestimado
El viento no solo ejerce presión sobre la superficie, sino que produce efectos de succión capaces de comprometer la integridad de la cubierta si el anclaje es insuficiente o el diseño inadecuado. Varios estudios técnicos —entre ellos, informes del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid— han documentado fallos estructurales atribuidos a cálculos erróneos de las cargas de viento. En algunos casos, la falta de refuerzos ha derivado en el desprendimiento total o parcial de la estructura.
La nieve y las soluciones contraproducentes
En ocasiones se observa un hecho paradójico: algunas cubiertas equipadas con cables de sujeción —instalados como medida preventiva contra el viento— colapsan sin embargo bajo el peso de la nieve. La explicación técnica es clara: mientras el viento tiende a levantar la estructura, la nieve ejerce una carga descendente. Al acumularse esta, la fuerza provoca que el arco se deforme y ejerza presión hacia los laterales; esta se suma a la tensión de los cables y produce una carga adicional que acelera el fallo estructural.
Tecnología segura, pero con rigor
Por todo lo anterior, para asegurar que las cubiertas autoportantes resisten las condiciones meteorológicas adversas, su diseño debe responder a un cálculo estructural exhaustivo que considere cargas máximas de viento y nieve según la normativa vigente (como, por ejemplo, el Código Técnico de la Edificación en España); los materiales para su construcción y sus anclajes deben contar con las certificaciones oportunas; y, por supuesto, su diseño y construcción debe verificarse con la correspondiente supervisión profesional.
Al fin y al cabo, a la hora de establecer un equilibrio entre economía y seguridad, la segunda no es negociable. Una cubierta con un diseño óptimo es, ante todo, una garantía de protección.
Por Jorge Laguna, jefe de la sección de estructuras del Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic
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