La industria de la construcción genera anualmente un tercio de los residuos sólidos mundiales, la mayoría con destino a vertederos o triturados para su uso como relleno. A este modelo lineal se enfrenta la arquitectura circular. Esta replantea el ciclo de vida de los edificios desde su concepción. A la cuestión de cómo construirlos se añade ahora la de qué ocurrirá con ellos cuando dejen de ser útiles.

Arquitectura del desmontaje, o edificios como legos

El llamado diseño para el desmontaje (Design for Disassembly o DfD) propone estructuras modulares ensambladas como piezas de un rompecabezas: uniones atornilladas, materiales puros y componentes estandarizados que puedan desmontarse sin perder valor. Aquí tenéis algunos ejemplos paradigmáticos: el parque empresarial Park 20|20 en Países Bajos, diseñado para ser desarmado y reconfigurado según las necesidades de sus ocupantes; o el Estadio 974 de Catar, construido con 974 contenedores marítimos reutilizables que se desmontaron una vez transcurrido el Mundial de Fútbol. Incluso Los Ángeles planea reutilizar las instalaciones olímpicas de 2028 según este planteamiento.

Pasaportes para materiales, el ADN de los edificios

Para que los materiales mantengan su valor tras el desmontaje, plataformas como Madaster catalogan su composición, huella de carbono y potencial de reutilización. Estos «pasaportes» —que la UE estudia hacer obligatorios— permiten rastrear cada componente, desde vigas hasta tornillos, y facilitan su venta, reciclaje o reubicación en futuros proyectos.

De la demolición a la deconstrucción

Cuando un edificio no se diseña para el desmontaje, su destino suele ser la demolición tradicional. Sin embargo, ciudades como Boulder (Colorado, Estados Unidos) han demostrado que la deconstrucción selectiva puede recuperar hasta el 94% de los materiales, como en el caso de un hospital recientemente desmantelado. Otras urbes, como Portland y San Antonio (en Oregon y Texas respectivamente, también Estados Unidos), incentivan estas prácticas con permisos rápidos y beneficios fiscales, para llegar a reducir hasta en un 90% los residuos y, de paso, generar empleo local.

Vertederos que se convierten en almacenes

Lo que antes era basura ahora es un recurso valioso. Depósitos de salvamento y subastas en línea dan una segunda vida a puertas macizas, azulejos vintage o vigas de madera recuperada. De hecho, existen guías de buenas prácticas que animan a arquitectos y promotores a priorizar estos materiales sobre los nuevos, y a cerrar así el círculo de la economía circular.

En un gesto que va más allá de lo ecológico, diseñar para desmontar abre mercados secundarios, reduce la huella de carbono y convierte a los arquitectos en gestores de recursos a largo plazo. En el futuro, los edificios se venderán con «derecho a reciclar», igual que hoy se exige eficiencia energética. Los edificios ya no serán estructuras estáticas, sino bancos de materiales en constante evolución. La arquitectura del futuro se definirá por su capacidad de renacer.

Por Juan Guardiola Cutillas, arquitecto sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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