El camping tradicional, que asociábamos con caravanas, tiendas de campaña y aseos compartidos, ha experimentado una transformación radical. Lo que antes representaba una forma sencilla de alojarse durante las vacaciones, se ha convertido en una forma de alojamiento más sofisticada. Esta incluye ahora lujo discreto, entretenimiento, innovación tecnológica y hasta compromiso con la sostenibilidad. Aunque siempre resulta difícil decidir qué fue primero, si el huevo o la gallina, es cierto sin embargo que existe una demanda creciente de campings que combinen naturaleza con confort.

Bungalós con diseño de arquitectura bioclimática, cabañas suspendidas entre árboles o domos geodésicos bajo el cielo estrellado; camas extra grandes, duchas con agua de lluvia y construcción con materiales locales; cocina a partir de huertos propios; piscinas como lagunas naturales con filtración biológica; o tratamientos con arcillas locales en spas; yoga al amanecer; astroturismo con grandes telescopios… Estas y otras muchas son las adiciones a la oferta de alojamiento y servicios de los campings, que se convierten así en glampings (acrónimo de glamur y camping).

Y tampoco es que pretendan fomentar la desconexión digital, no. Muy al contrario, los nuevos campings han entendido que la tecnología es un aliado. El registro automatizado mediante códigos QR elimina colas; las aplicaciones que permiten reservas con un clic y el Wi-Fi de alta velocidad —discreto pero eficiente— satisface tanto a teletrabajadores nómadas como a adolescentes reacios. Y los sensores IoT (siglas en inglés de Internet de las Cosas) optimizan el consumo energético en tiempo real y alivian así la conciencia de los viajeros comprometidos con el medioambiente. Mientras tanto, las plataformas de gestión centralizada permiten ajustar tarifas dinámicas según la ocupación.

La buena noticia para los nuevos campings es que su apuesta por la sostenibilidad reduce su impacto ambiental, pero también aumenta su rentabilidad. Paneles solares y sistemas de reciclaje de aguas grises ya no son un extra, sino un estándar que exigen los huéspedes conscientes. Certificaciones como la EU Ecolabel o la Biosphere Responsible Tourism se han convertido en argumentos de venta.

Esta transformación no significa el fin del camping tradicional, sino la creación de un nuevo nicho en el subsector del turismo al aire libre. El éxito reside en equilibrar tres pilares: autenticidad (que la naturaleza siga siendo la protagonista), innovación (tecnología al servicio de la experiencia) y responsabilidad (un modelo replicable sin degradar el entorno). Ahora, el ámbito de competencia de los nuevos glampings se encuentra con el de los hoteles boutique. Y quizá llevan ventaja en él. Al fin y al cabo, no puede emularse el susurro real del viento entre los pinos al abrir los ojos por la mañana.

Por Francisco Lozano, ingeniero MEP en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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