El hielo se ha utilizado como medio de refrigeración desde hace miles de años. Algunas fuentes cuentan que ya en el antiguo imperio egipcio se exponían al frío del desierto, por la noche, unas vasijas planas con un agua que al amanecer se había convertido en hielo. Este se recogía y se utilizaba para conservar los alimentos u otros fines. En Irán todavía se conservan algunas yakhchal o «casas de hielo», unas construcciones semienterradas en las que se producía y conservaba hielo para su uso a lo largo del año. Los registros las sitúan en el 400 a.C., hace casi 2.500 años. Hoy, las llamadas «baterías de hielo» rescatan esta milenaria tradición, pero para una misión de alta tecnología. La esencia es la misma, aunque el sistema, y su escala, sea literalmente de otro siglo.

¿En qué consisten exactamente las baterías de hielo? A eso vamos: se trata de sistemas de almacenamiento térmico de hielo que operan bajo un principio tan sencillo como práctico: utilizar electricidad por la noche, cuando hay poca demanda y el coste de la energía es bajo —o cuando hay excedente de energías renovables—, para congelar grandes volúmenes de agua. Este hielo, almacenado en tanques aislados, es una reserva de frío que sirve para climatizar edificios en las horas de más demanda, sin necesidad de encender los energéticamente voraces dispositivos convencionales de aire acondicionado. El sistema reduce así el uso de energía y los costes de operación de los edificios e instalaciones a los que sirve.

El Norton Audubon Hospital, en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, es un caso de éxito. Un sistema de baterías de hielo congela cada noche unos 280.000 L de agua, lo que le ha servido al hospital, solo en el primer año de funcionamiento, un ahorro de $278.000 en costes energéticos. Más allá de los hospitales, el potencial de estas baterías podría extenderse a los centros de datos, devoradores de energía —entre el 30% y el 40% de la electricidad que consumen se va en su enfriamiento—, e incluso a los hogares con unidades más pequeñas —como las que comercializa la compañía Ice Energy— con las que llega a reducirse la factura de refrigeración en un 40%.

En la vanguardia de la investigación, científicos como el profesor Patrick Shamberger, de la Texas A&M University (siglas por agricultura y mecánica) se plantean preguntas cruciales: «¿cuál es el material adecuado a la temperatura adecuada? ¿Podemos hacerlo [el proceso] reversible? ¿Podemos hacer que dure 30 años?». Sus investigaciones se centran en que el sistema sea más eficiente y duradero, entre otras cosas mediante la experimentación con materiales, como las sales hidratadas, cruciales en el proceso de congelación y descongelación.

Morteza salehi70 - CC BY-SA 4.0

Sin duda, con incentivos públicos que cubran una parte de la inversión, las baterías de hielo se presentan como una de las soluciones más ingeniosas y «frescas» para aclimatar nuestro presente y, de paso, construir un futuro energético más sostenible.

Fuentes: Basen Green, Anthropocene Magazine, Associated Press, Alt Energy Mag, ITV Ice Makers, Wikipedia. Imágenes: Ice Energy.

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