Hoy surge una tendencia que desafía la hegemonía de las nuevas tecnologías, de lo digital y lo mecánico, sino que se decide antes por lo esencial. Hablamos de la arquitectura de baja tecnología —o arquitectura low-tech, que no podía faltar un vocablo en inglés para nombrarla. Este credo arquitectónico se inclina por la utilización consciente de recursos mínimos y locales, por el empleo de la artesanía tradicional y por la mínima alteración del entorno.
Valores de la arquitectura de baja tecnología
Esta filosófica arquitectura, discreta pero convincente, busca reducir la dependencia convencional de sistemas tecnológicos complejos como respuesta a los desafíos ecológicos y sociales actuales. Dos de sus recursos o prácticas son, por ejemplo:
–Ventanas y patios estratégicos: con estos elementos se pretende maximizar la entrada de luz y la ventilación natural, y eliminar consecuentemente los sistemas eléctricos.
–Tierra apisonada: este método de construcción tradicional da resultados muy duraderos en muros, que además regulan la temperatura de forma eficiente y sostenible.
Como vemos, la sostenibilidad, la durabilidad, la armonía con el entorno natural, son valores fundamentales de la arquitectura low-tech. Al fin y al cabo, lo simple no solo es bello, sino que también suele ser práctico.
El proceso como parte de la arquitectura low-tech
Pero no solo forman parte de la arquitectura de baja tecnología sus propios resultados materiales. No, va más allá, pues el propio proceso es parte inseparable de ella. Arquitectos como Francis Kéré y Anna Heringer ejemplifican esta filosofía:
-En Burkina Faso, Francis Kéré transforma la arcilla local en escuelas y espacios públicos bellos y funcionales. Sus proyectos combinan ingenio, humildad y un profundo respeto por los materiales autóctonos.
-Anna Heringer, por su parte, saca del bambú resultados artísticos que respetan profundamente este material milenario. La sofisticación estructural y la compatibilidad con el medio ambiente son señas de su oficio.
Ambos arquitectos muestran que la arquitectura low-tech no es una limitación, sino una oportunidad para reinventar la construcción con materiales y métodos tradicionales en un contexto contemporáneo.
Arquitectura de baja tecnología, oportunidad ante la crisis climática
En un mundo donde la urbanización avanza rápidamente y la construcción genera cerca del 40% de las emisiones globales de dióxido de carbono, la arquitectura de baja tecnología es más que una opción, una necesidad. El arquitecto low-tech es ahora un mediador entre la humanidad y la naturaleza, y prioriza soluciones sostenibles, duraderas y resilientes.
Por Manolo Barberá, modelador hidráulico sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic