Según una leyenda sobre el origen del café, fue un pastor llamado Kaldi, de Abisinia —antiguo Imperio Etíope—, quien descubrió el efecto tonificante de los pequeños frutos rojos sobre aquellas de las cabras de su rebaño que los habían ingerido. Otra historia, en cambio, atribuye el descubrimiento del efecto energizante del café —muy conveniente para sus expediciones guerreras, por cierto— a los ancestros de los oromo, un grupo étnico africano del centro-sur de Etiopía, norte de Kenia y partes de Somalia.
En todo caso, la primera fuente documental que menciona el uso del café la debemos a un tal Abd Al-Qadir al-Jaziri. Este cuenta que el fruto fue llevado, allá a mediados del siglo XV, de Etiopía a Yemen. En lo que coinciden todas las fuentes, como vemos, es en el hecho de que el arbusto que produce el café es originario de Etiopía, por lo que hay un acuerdo general en esta cuestión. Sea como fuere, una vez llegó a Yemen, los sufíes —correligionarios de la homónima corriente ascética del Islam— lo usaron para permanecer despiertos durante sus oraciones. Posteriormente, el consumo de café se extendió hacia el norte, a través de Arabia.
La primera referencia de un europeo a la sustancia la protagonizó en 1582, después de viajar 10 años por Oriente Medio, el médico, botánico y explorador alemán Leonhard Rauwolf. En su Eigentliche Beschreibung der Raiß in die Morgenländern (Descripción detallada de la incursión en los países orientales) habla de ella: «una muy buena bebida que llaman Chaube, que es casi tan negra como la tinta y muy buena en la enfermedad, especialmente del estómago». Sin embargo, el café llegó a Europa hacia 1600, como una de tantas mercaderías de los buques de comercio venecianos.
Tras superar los primeros recelos y la reprobación de algunos prebostes religiosos, por fin se abrieron en las capitales de Europa —en Reino Unido, Francia, Austria, Alemania y más allá—, las primeras cafeterías. Según un registro de 1700, en Reino Unido existían ya más de 2000 cafeterías. Por cierto, la famosa aseguradora Lloyd’s de Londres, fundada en 1688, comenzó como una cafetería —la Lloyd’s Coffee House. Y a mediados del siglo XVIII, todas las ciudades europeas importantes tenían cafeterías.
Estos establecimientos se convirtieron enseguida en lugares de ocio y reunión social, donde conocer las últimas noticias, los últimos chismes y cotilleos… incluso las cuestiones más avanzadas, y las que no… ¿Cuántos de los que establecieron los fundamentos de las ideas y la política, del conocimiento y la ciencia, de la música y la cultura, no airearon o enriquecieron sus perspectivas en aquellas primeras cafeterías? ¡Johann Sebastian Bach compuso en 1734 la Cantata del café (BWV 211), un divertimento que ridiculiza la afición de los burgueses al bebedizo! ¡En ella, una joven pide a su padre que no le prohíba tomar café, «más sabroso que mil besos»; si se casa —añade—, su marido debe permitirle beberlo!
Así pues, tras esta breve —y estimulante— introducción, que concluye con una muestra de la gran popularidad que adquirió enseguida el café, veamos cuáles de aquellos primeros establecimientos resisten el paso del tiempo. Así nos transportan a épocas en que la bebida formaba parte de la vida intelectual, política y social de la ciudad. Esos cafés históricos son, al fin y al cabo, auténticos museos vivientes, testigos de revoluciones, movimientos artísticos y tertulias. Visitarlos es como tomar pequeños sorbos de historia.
Café Procope, 1686, París, Francia
El siciliano Francesco Procopio dei Coltelli fundó el Procope en 1686, hoy reconocido como el café más antiguo de París. La ubicación de la compañía de teatro de la Comédie-Française al otro lado de la calle, tan solo 3 años después, lo convirtió en el centro neurálgico de la Ilustración francesa. Sus mesas de mármol recibieron a Diderot y D’Alembert —enciclopedistas— y a Voltaire y Rousseau —conspicuos representantes de la Ilustración—; a Benjamin Franklin y, más tarde, a Napoleón. Según la tradición, este último dejó en una ocasión su sombrero como garantía de pago. La decoración actual de este café-restaurante —espejos venecianos, candelabros de bronce y retratos del siglo XVIII— recrea el ambiente que inspiró la Enciclopedia, y la Revolución Francesa. El menú conserva platos históricos, como la sopa de cebolla que alimentó a los revolucionarios.
Caffè Florian, 1720, Venecia, Italia
Floriano Francesconi fundó el local bajo los soportales de Piazza San Marcos. Originalmente conocida como Alla Venezia Trionfante, es la cafetería en funcionamiento continuo más antigua de Italia y una de las más antiguas del mundo. En sus inicios, frecuentaban el Caffè personajes ilustres como el dramaturgo Carlo Goldoni, Goethe o Casanova, quien, sin duda, se sintió atraído por el hecho de que era la única cafetería de la ciudad que admitía mujeres. Más adelante cruzaron sus puertas, o se hicieron habituales en sus salones, Lord Byron, Marcel Proust o Charles Dickens. Sus salas temáticas —Sala del Senado, Sala Oriental, Sala de los Espejos— conservan frescos del siglo XIX y mobiliario original. Durante el Carnaval, se convierte en escenario de máscaras barrocas de la Venecia de Casanova.
Antico Caffè Greco, 1760, Roma, Italia
Desde que lo fundó en 1760 un comerciante griego, este café de la Via dei Condotti ha sido refugio de artistas. Sus paredes albergan una notable colección de pinturas del siglo XIX, entre ellas retratos de clientes ilustres como Goethe, quien escribió aquí —se dice— parte de su Viaje a Italia. El salón rojo, cuyas paredes viste un rico damasco rojo, conserva el piano donde Liszt improvisaba melodías. Sin embargo, es tan larga la lista de próceres, artistas, escritores, políticos e intelectuales que han traspasado sus puertas y saboreado su café, que no podemos incluirla aquí —sirvan Stendhal, Nietzsche, Baudelaire… u Orson Welles, como ejemplos. En su portal electrónico leemos que, debido al bloqueo continental durante la época napoleónica, se redujo la disponibilidad de café, lo que llevó a los camareros del Antico Caffè Greco a «servir porciones más pequeñas, lo que dio lugar a la taza de café moderna que conocemos hoy en día».
Café Central, 1876, Viena, Austria
Este café ocupa una parte de la planta baja del Palais Ferstel, edificio neorrenacentista con arcos de hierro fundido que recibe el nombre de su arquitecto, Heinrich von Ferstel, y que albergó la Bolsa de Viena hasta 1877. La cafetería fue una especie de laboratorio de ideas, el lugar donde el poeta y bohemio Peter Altenberg escribía poemas, o donde Sigmund Freud analizaba —mentalmente— los sueños de sus pacientes. Debido a su afición a escribir en bares y cafés de Viena, Altenberg es considerado un poeta de cabaret y de cafés literarios. Su favorito era precisamente el Café Central, al que incluso le enviaban su correspondencia. Trotski, que vivió en Viena como emigrante desde octubre de 1907 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, solía jugar al ajedrez en el Central.
El escritor Alfred Polgar llegó a escribir una Teoría del Café Central que nos permite catar en pequeños sorbos el clima intelectual de principios del siglo XX: «no es una cafetería como el resto de las cafeterías, sino una forma de ver el mundo (…). Sus habitantes son en su mayor parte gente cuyo odio por sus semejantes es tan intenso como su deseo de estar con otras personas, que a su vez también quieren estar solas pero necesitan compañía. Los clientes del Central se aman y menosprecian mutuamente (…). A algunos autores les sucede que cuando están en el Central no se les ocurre nada. Fuera de él, mucho menos todavía».
El Café Central consolidó una popular preparación vienesa: el Wiener Melange, mezcla de café y leche en tazas altas, acompañada de agua y azúcar, cuyo ritual de preparación refinó, un estándar que perdura hoy en la ciudad.
Dejamos para una parte II el resto de cafés, auténticos templos del ocio, que hemos seleccionado para vosotros por su interés social e histórico, pero también arquitectónico.
Fuentes: Café Procope Wikipedia, Café Florian Wikipedia, Café Central Wikipedia, Antico Caffè Greco Wikipedia.
Imágenes: Café Procope, Caffè Florian, Café Central, Antico Caffè Greco.