La solidez estructural y la gestión proactiva de riesgos son, entre otros, dos de los pilares fundamentales en el ejercicio de la arquitectura y la construcción. En consecuencia, el informe del ingeniero estructural, que proporciona un análisis exhaustivo de la solidez, la seguridad y la integridad de un edificio, es un documento técnico indispensable.

Este documento tiene como objetivo principal evaluar el estado de una estructura y, cuando sea necesario, proponer soluciones, correcciones o mejoras. Su utilidad se manifiesta en múltiples escenarios, entre otros, en el de las transacciones inmobiliarias, cuando certifica ante compradores y vendedores la estabilidad del inmueble; también, antes de emprender reformas significativas en un edificio, el informe permite comprender su estado estructural y la necesidad, o no, de refuerzos.

Por otro lado, en una muestra más de su utilidad, las compañías aseguradoras suelen exigir el informe del ingeniero estructural, tras eventos naturales como temporales o terremotos, para cuantificar daños y agilizar las reclamaciones. En otros casos, es esencial para acreditar el cumplimiento de normativas locales de construcción y estándares de seguridad.

Para su elaboración, se combinan visitas in situ, inspecciones visuales, simulaciones computarizadas y análisis de materiales. Factores como las dimensiones del edificio, su complejidad arquitectónica, la accesibilidad a los elementos estructurales o el estado de conservación influyen en el tiempo y coste del proceso. Edificios antiguos o dañados, por ejemplo, suelen requerir evaluaciones más minuciosas.

El informe culmina con un sello profesional que certifica su validez y la responsabilidad del ingeniero estructural.

Por Raúl Soriano, modelador sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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