La publicación Fast Company, única fuente disponible sobre el proyecto al que dedicamos estas líneas, informa del trabajo de investigación en diseño que ha culminado recientemente el estudio Gensler, una «firma internacional de arquitectura, diseño y planificación con 53 sedes y 7.000 profesionales en América, Europa, China, Asia-Pacífico y Oriente Medio». Se trata de una investigación llevada a cabo durante 3 años, cuyo objetivo no era tanto el de diseñar un producto sino, en palabras de la especialista en impacto comunitario y directora de investigación del proyecto en Gensler, Amanda Stone, el de «diseñar un proceso de diseño» para paliar el problema de las islas de calor en entornos urbanos. Así, si bien el resultado final es sin duda, a pesar de su sencillez y su elementalidad, de interés, el proceso de diseño, precisamente, nos parece de mayor relevancia.
Efectivamente, el resultado del «proceso de diseño» se demostró de gran utilidad para la comunidad en tres sentidos: dio con un sistema modular de sombrillas adaptable a distintas superficies y espacios públicos; la propia comunidad puede construirlo fácilmente con materiales locales y casi de forma improvisada; y es multifuncional, pues los lienzos, además de arrojar sombra, sirven como pantalla de proyección de audiovisuales, soporte para obras de arte o estructura de sostén para hiedra u otra especie trepadora. La cuestión crucial es, precisamente, que para llegar a un producto tan funcional y sencillo, se llevó a cabo un proceso de diseño que, recordemos, llevó 3 años de investigación. Veamos cómo fue:
Al iniciar la investigación, el equipo de Gensler reparó en que el proceso de diseño que buscaban solo tenía sentido si se hacía de forma colectiva. Al fin y al cabo, se trataba de establecer un proceso para solucionar un problema colectivo. ¿Qué mejor que establecer como punto de partida del proceso el trabajo de la comunidad a la que afectaba el problema? En consecuencia, el equipo de investigación distribuyó entre los diseñadores e investigadores de Gensler una petición para recabar propuestas. Y de estos partieron nuevas peticiones en sus propias redes, en busca de colaboradores comunitarios que quisieran participar. Así entró en juego la ciudad costarricense de Curridabat.
Esta ciudad, que sufre las consecuencias del cambio climático con especial dureza, ya contaba en aquel momento, según cita Fast Company a Paula Badilla, especialista en sostenibilidad de Gensler en Costa Rica y responsable para América Latina de resiliencia, con un plan de acción climática y había recabado datos respecto a los efectos del cambio climático en su territorio. Sin embargo, una vez se estableció la ciudad como modelo en el proceso de diseño, los investigadores fueron más allá de los datos y realizaron entrevistas con los residentes. ¿Dónde pasaban más calor? ¿En qué momento del día? ¿En qué época del año?
Dado que las respuestas de los entrevistados no coincidían exactamente con los mapas de calor de la ciudad, fue la comunidad, a la que los investigadores consultaron, la que eligió tres ubicaciones a partir de sus propias experiencias. Una vez determinados dichos espacios, el equipo de investigación recurrió de nuevo al colectivo de diseñadores de las oficinas latinoamericanas de Gensler, con más de 80 participantes, para llegar a un diseño definitivo. El resultado: un sistema modular de sombrillas, fabricado con bambú, lona y cuerda. Como conclusión, Fast Company cita de nuevo a Amanda Stone: «lo que realmente funciona es el intercambio de conocimientos».
Fuentes: Fast Company, Gensler.
Imágenes: Gensler.