El microcemento es una variedad del cemento que se obtiene a partir de polímeros de alta resistencia, resinas, elementos aglomerantes y áridos de grano muy fino. Su uso tiene una larga trayectoria en el ámbito de la arquitectura y la construcción. Sin embargo, su empleo con propósitos estéticos como revestimiento en pavimentos continuos sí es algo más reciente. Veamos qué motivos lo hacen posible:

Se trata de un material que puede aplicarse tanto en interiores como en exteriores. Su instalación apenas eleva el nivel del suelo unos 3 mm. Como además tiene una gran adherencia en diferentes tipos de superficie, no requiere de la eliminación de la superficie preexistente. Es también un pavimento sin separaciones ni juntas, totalmente continuo y con acabados y colores muy variados. Por otro lado, los cambios de temperatura no provocan que se expanda o se contraiga sensiblemente, lo que lo convierte en un material con grandes capacidades mecánicas. Finalmente, carece de la propiedad de ser aislante térmico por lo que se puede emplear en suelos radiantes. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el microcemento exige además un mantenimiento sencillo, rápido y económico: limpieza superficial con agua y detergente suave (gracias a que no presenta juntas).

Para su uso en arquitectura y construcción, es necesario seguir las instrucciones del fabricante. Estas suelen referirse a la preparación de la superficie base, que debe lijarse previamente y estar después libre de humedades y de polvo. Tras una primera imprimación, es recomendable colocar malla de fibra de vidrio. A continuación se aplica el microcemento en sucesivas capas, normalmente de 2 a 3. Por último, se procede al sellado, que protege el suelo y confiere a la superficie un acabado antideslizante e impermeable y, por tanto, apto para espacios de muy diverso uso.

Por José María Núñez, arquitecto sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic

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