Uno de los muchos factores determinantes de un proyecto de construcción es el tipo de suelo donde va a ubicarse. Y es que este, que varía según la zona o la región, no siempre es capaz de soportar las cargas del edificio o la instalación de que se trate, sino que resulta inestable y/o poco compacto. En ese caso, será necesario recurrir a técnicas de ingeniería geotécnica que mejoren y optimicen la capacidad portante del suelo. Una de las técnicas más efectivas para ello es la de inyección de lechada a presión o Jet Grouting.
Este método consiste en la inyección de fluidos a alta presión que, gracias a su energía cinética, erosionan la estructura del suelo. Posteriormente, el suelo erosionado se mezcla con un agente cementante, hasta formar una masa homogénea con mejores propiedades geomecánicas que el suelo original.

El proceso utiliza una mezcla de agua y, generalmente, como agente cementante, el cemento. No obstante, también pueden emplearse otros materiales, como bentonita, cenizas volantes, polvo de cuarzo o tizas. El suelo resultante tiene más resistencia y menor compresibilidad y permeabilidad.

El Jet Grouting tiene sus orígenes en la década de 1950, cuando se registró la primera patente en Reino Unido. Sin embargo, su desarrollo y perfeccionamiento se llevó a cabo en Japón a principios de los años 70. A mediados de esa década, la técnica se introdujo en Europa, donde ha experimentado desde entonces un avance significativo.

El Jet Grouting es un método de una gran versatilidad, aplicable en suelos con diferentes granulometrías y niveles de permeabilidad, siempre que su resistencia a la erosión no supere ciertos límites. Por ejemplo, no es recomendable en suelos rocosos o altamente meteorizados, donde su eficacia es limitada.
Por Jean Carlos Soto, ingeniero estructural sénior en el Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic