En 1985 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad la antigua «ciudad» subterránea de Derinkuyu, en la provincia de Nevşehir, en la región histórica de Capadocia, Anatolia Central, Turquía. Después de que se descubriera por casualidad, durante unas obras domésticas, en 1963, los arqueólogos del Ministerio de Cultura turco la excavaron y estudiaron. Así llegaron a saber que esta ciudad de 18 pisos, que penetra hasta 85 m de profundidad y cuenta con una superficie de 445 km2, llegó a albergar a unos 20.000 habitantes.

Algunos arqueólogos estiman que fueron los frigios, antiguo pueblo indoeuropeo fundador del reino de Anatolia (siglo XII a VII a.C.), quienes excavaron entre los siglos VIII y VII a.C la primera galería de Derinkuyu. Otras teorías, sin embargo, proponen a los persas o los hititas como iniciadores de la ciudad subterránea. Sea como fuere, la primera descripción escrita de una ciudad subterránea en la región data de alrededor del año 370 a.C. Se encuentra en el Anábasis, texto en griego antiguo atribuido al escritor y militar Jenofonte de Atenas. Este describe a lo largo de los 7 «libros» que lo componen, la expedición en el año 401 a.C. de un ejército de 10.000 mercenarios griegos al servicio del príncipe y general aqueménida Ciro el Joven, que pretendía con su ayuda arrebatar el trono de Persia a su hermano Artajerjes II. En el Anábasis, Jenofonte refiere que los habitantes de Anatolia habían excavado sus casas bajo tierra, las cuales, añade, disponen de espacio suficiente para una familia, animales domésticos y el almacenamiento de alimentos.

Efectivamente, Derinkuyu es una compleja y laberíntica red de túneles que se extiende en todas direcciones y conecta una infinidad de cámaras y salas. Y como señaló Jenofonte hace 2.400 años, esas salas se destinaban a habitaciones para las familias, sus alimentos y sus animales, pero también a capillas de rezo, a lugares de reunión, a escuela, a talleres, a cocinas y comedores… incluso hay una bodega adosada a un lagar para la elaboración de vino. Y a todo lo anterior se suma una intrincada infraestructura de pozos de agua, estufas, chimeneas de ventilación para la renovación del aire y la evacuación de humos. Por último, en el último nivel, todavía disponían de una iglesia de cruz latina y de un pequeño cementerio. Solo cabe añadir que, como la luz del Sol no penetraba su interior, los habitantes empleaban lámparas de aceite para transitar los corredores, realizar actividades y habitar las estancias.

¿Pero qué llevó a los antiguos habitantes de Anatolia a vivir en una ciudad subterránea? Según explican los expertos, los residentes de Derinkuyu no vivían permanentemente bajo tierra, sino que sólo descendían al inframundo en busca de refugio, cuando eran hostigados por invasores y/o se producían persecuciones religiosas. Y, en todo caso, los habitantes solamente pasaban días, tal vez semanas, algún mes, en su interior. Unas grandes piedras rodantes, similares a ruedas de molino, que servían como puertas para bloquear estratégicamente algunos de los túneles de la ciudad, son una clara prueba del carácter defensivo del complejo subterráneo.

Al parecer, Derinkuyu se culminó en época bizantina, durante las guerras entre árabes y bizantinos (780 a 1180 d.C.). En ese momento, el complejo subterráneo fue útil para escapar de los musulmanes árabes, pero también durante las incursiones turcomongolas del siglo XIV del conquistador Tamerlán. Sin embargo, tras la caída en manos otomanas de la región, los nativos griegos, armenios y capadocios también huyeron de las persecuciones en sus túneles. Según las fuentes, Derinkuyu fue abandonada a partir de 1923, tras la expulsión de los cristianos ortodoxos de la región y su traslado a Grecia, en un intercambio con Turquía por musulmanes (1,2 millones de griegos ortodoxos de Asia Menor, Tracia Oriental, los Alpes Pónticos y el Cáucaso, y alrededor de 400.000 musulmanes de Grecia), con el fin normalizar las relaciones entre ambos países y evitar más masacres.

Pero Derinkuyu no es la única ciudad subterránea de Turquía. Se calcula que en la región de Capadocia, cuya geología volcánica facilita la excavación en la roca blanda, hay unas 200 ciudades similares. Entre las más destacadas se cuentan Sarayini o la que se despliega bajo el castillo de Nevsehir, de relativamente reciente descubrimiento. En algunos casos se sospecha incluso, puesto que todavía se investigan, que algunas de esas ciudades subterráneas están conectadas entre sí a través de túneles kilométricos.

Para vuestra ilustración y a modo de ejemplo, os dejamos imágenes del descubrimiento de Nevsehir, en este espectacular VÍDEO.

Fuentes: Architectural Digest, Agencia Anadolu, Washington Post, Artnet News, ZME Science, Cappadocia Travel Pass, Wikipedia.

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