La arquitectura persa refleja una rica cultura acrisolada a lo largo de 5 milenios de historia, desde los vestigios más antiguos (cerámicas y bronces) datados entre el IV y III milenio a.C., cuando aparece en la antigua ciudad de Susa una primera forma de escritura derivada según algunas fuentes del sumerio, hasta nuestros días. A grandes rasgos, se distinguen dos grandes períodos en la arquitectura iraní, separados por la conquista musulmana de Persia a mediados del siglo VII. La primera época es la de la arquitectura preislámica, a la que corresponden los restos de Susa, Persépolis o Taq-e Kasra. En cambio, con la invasión árabe, la arquitectura persa adoptó características islámicas, hasta convertirse en un estilo único.
La arquitectura iraní preislámica más antigua se encuentra en yacimientos arqueológicos como Teppeh Zagheh, Chogha Zanbil, Tappeh Sialk, Shahr-i Sokhta, aunque, dada su antigüedad, apenas son reconocibles aspectos arquitectónicos. En muchos casos se trata de zigurats, construcciones piramidales de base rectangular, ovalada o cuadrada, construidos con adobe en sus partes interiores y con ladrillos cocidos en el exterior, en ocasiones vitrificados en diferentes colores, y con un templo en lo alto, probablemente de culto zoroástrico, al que se accede mediante largas escaleras.
Sin embargo, los vestigios de arquitectura iraní a partir del Imperio Aqueménida (mediados del siglo VI a.C.) son más completos. En este caso, la arquitectura iraní se ve claramente influenciada por las arquitecturas mesopotámica, griega y egipcia. El nuevo estilo favorece la construcción de complejos monumentales, como palacios y salas de audiencia con columnas, escaleras dobles y terrazas, muros de carga, arcos y bóvedas, aunque también construyeron con vigas y pilares. Esta arquitectura se aprecia, por ejemplo, en el palacio de Ciro en Pasargada o en los restos de la ciudad de Persépolis. Posteriormente, partos y sasánidas perpetuaron este estilo monumental en sus palacios con enormes estatuas, cabezas de animales esculpidas y bajorrelieves tallados. Los sasánidas también introdujeron las decoraciones de estuco y mosaicos que son típicas de los edificios persas. Fue una arquitectura inspirada por el poder imperial, más civil y pagana que religiosa, grandiosa y monumental. Entre sus ejemplos, las tumbas de los grandes reyes aqueménidas Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II (en estos tres últimos casos atribuidas), en la necrópolis de Naqsh I-Rustam.
Con la conquista islámica del siglo VII, la arquitectura se hizo religiosa y adquirió altas cotas de refinamiento. Tal como se observa en las mezquitas de Irán, esta arquitectura recurrió a las cúpulas monumentales, los mocárabes y los iwanes (grandes porches bajo un arco o espacio abovedado, con una de sus caras abiertas a un patio). Delicados trabajos de estuco, espejos, mosaicos cerámicos, vidrieras y caligrafía son elementos decorativos profusamente empleados en el estilo islámico iraní. Pero más allá de su función ornamental, dichos elementos representan un símbolo de lo divino. Las mezquitas iraníes son pródigas en formas puras como círculos y cuadrados, superpuestos y entrelazados en intrincados patrones geométricos. Estas formas puras son una representación de la perfección y, por tanto, del cielo y lo divino.
No podemos dejar de mencionar los jardines persas como una parte importante de la arquitectura de Irán, hasta 9 de ellos catalogados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Su influencia se extiende a jardines de todo el mundo. Su propósito es tanto estético como espiritual, ya que representan el cielo y la tierra rodeada por él. El agua es un elemento fundamental del paisajismo en los jardines persas, distribuida en canales que los dividen en cuatro partes, conectadas por un estanque central.
No podemos dejar de mencionar los jardines persas como una parte importante de la arquitectura de Irán, hasta 9 de ellos catalogados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Su influencia se extiende a jardines de todo el mundo. Su propósito es tanto estético como espiritual, ya que representan el cielo y la tierra rodeada por él. El agua es un elemento fundamental del paisajismo en los jardines persas, distribuida en canales que los dividen en cuatro partes, conectadas por un estanque central.