Decíamos en la parte I de nuestra historia de los cafés más antiguos —e interesantes— del mundo, que estos se abrieron al público en épocas en que la espesa bebida formaba parte de la vida intelectual, política y social de la ciudad. Decíamos que son auténticos museos vivientes, testigos de revoluciones, movimientos artísticos y tertulias. Decíamos que visitarlos era como tomar pequeños sorbos de historia. Ahora, os invitamos a esta nueva degustación del concentrado. Sigamos:

Café Tortoni, 1858, Buenos Aires, Argentina

Fundado en 1858, el Café Tortoni se trasladó definitivamente a la Avenida de Mayo en 1880 y, desde entonces, es mucho más que un simple local: es un santuario de la cultura porteña. Entre sus mesas de madera y sus paredes cargadas de memorias, bulló la peña literaria más célebre de la ciudad, capitaneada por el pintor Benito Quinquela Martín. Por el salón transitaron, entre el humo, el café y las ideas, genios como Borges, Alfonsina Storni, Carlos Gardel e incluso Federico García Lorca. Declarado Bar Notable —título que lo acredita como uno de los más representativos de la ciudad—, el tiempo parece haberse detenido en él. Hoy, sus paredes aún resuenan con tangos y jazz, y en él vive la tradición de aquel tango del Viejo Tortoni, el que era —y todavía es— uno de los cafés más auténticos e ilustres del mundo.

El-Fishawy, 1797, El Cairo, Egipto

De las bulliciosas calles de Buenos Aires, viajamos ahora al corazón de la milenaria ciudad de El Cairo, en Egipto, para visitar otro templo de la conversación: El-Fishawy Café. Fundado en 1797 en el laberíntico zoco de Khan el-Khalili, este establecimiento respira desde hace más de 200 años un aire denso de especias y narraciones. Bajo sus envejecidos espejos venecianos y sus lámparas de cristal, han resonado las voces de generaciones de escritores e intelectuales, desde el Nobel Naguib Mahfouz —del que dicen que escribió aquí algunos pasajes de su El callejón de los milagros— hasta el científico Ahmed Zewail.

Bajo la gestión interrumpida de 7 generaciones de la misma familia, El-Fishawy es un raro lugar en el mundo que nunca cierra sus puertas, sino que ofrece su magia a cualquier hora del día o de la noche. Abierto 24 horas, sus narguiles de latón y sus mesas repujadas son testigo del eterno ir y venir de comerciantes, artistas y viajeros. Reconocido oficialmente como una de las cafeterías más antiguas de Egipto, es un hilo vivo en la inmensa alfombra de la historia.

New York Café, 1894, Budapest, Hungría

El arquitecto Alajos Hauszmann concibió el New York Café como una joya engastada en la planta baja del palacio de la compañía de seguros New York Life Insurance Company. Su decoración ecléctica se expresa con el fastuoso lenguaje del Barroco y también con ecos del Renacimiento italiano: frescos en el techo, mármol, columnas salomónicas, guirnaldas, medallones, festones, motivos vegetales y faunos de bronce, todo entre reflejos dorados, envuelven la atmósfera en un escenario teatral.

Desde su apertura en 1894, New York Café se convirtió en el epicentro de la vida intelectual húngara. Rápidamente, se convirtió en la redacción informal de los periódicos más influyentes y el lugar de reunión de escritores y artistas. Una leyenda dice que, para que nunca cerrara, uno de esos escritores lanzó la llave del local al río Danubio. «En el lujoso New York Café, te limpiaban los zapatos, planchaban tu ropa, te afeitaban y te cortaban el pelo incluso a altas horas de la noche (…); la cafetería era un taller y un escritorio, un apartamento y un alojamiento nocturno en tiempos difíciles, ya que podías quedarte hasta el amanecer», relata el escritor, poeta y periodista húngaro Jenő Heltai, tal como lo recoge la revista en línea We Love Budapest.

El New York Café sufrió daños durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, y fue posteriormente nacionalizado en la era comunista y rebautizado como Hungária Kávéház. Con la caída del Telón de Acero en 1989, recuperó su nombre original. En 2006, una meticulosa restauración volvió a hacerle merecer el calificativo de «café más hermoso del mundo». Hoy, integrado en el lujoso hotel New York Palace, el café continúa su legado como un museo viviente y un santuario de la elegancia.

Confeitaria Colombo, 1894, Río de Janeiro, Brasil

Fundada en 1894 por inmigrantes portugueses, la Confeitaria Colombo es un tesoro de la Belle Époque en el corazón de Río de Janeiro, Brasil. Su arquitectura deslumbra con enormes espejos traídos de Amberes, Bélgica, enmarcados en elegantes frisos tallados en madera de palisandro, y con un sublime vitral incorporado en 1922 en el cielo de su salón de té de dos pisos con balconadas de hierro forjado. Este despliegue de esplendor Art Nouveau estableció el escenario perfecto para que Confeitaria Colombo se convirtiera en el refugio de la élite cultural y política brasileña.

Entre sus mesas se forjó la leyenda del establecimiento como «sucursal» de la Academia de Letras de Brasil. Fue punto de encuentro de intelectuales y artistas como el compositor Heitor Villa-Lobos, el poeta Olavo Bilac y la pionera compositora, pianista y directora de orquesta Chiquinha Gonzaga, así como de los presidentes Getúlio Vargas y Juscelino Kubitschek. El ambiente aún respira la intelectualidad y el glamur de cuando Río de Janeiro era la capital del país.

Tahmis Kahvesi, 1635, Gaziantep, Turquía

Fundado en 1635 en Gaziantep, Turquía, su nombre significa literalmente «el lugar donde se muele el café». Fue construido sobre un antiguo caravanserai para financiar una logia de derviches mevlevíes —los famosos derviches giradores, en este caso discípulos del gran poeta sufí Yalal al-Din Muhammad Rumi—, de forma que su destino quedó entrelazado desde entonces con la cultura turca. Situado en la antigua Ruta de la Seda, este café de dos plantas, construido con columnas de piedra, fue un punto de referencia para comerciantes y viajeros, y hasta se dice que el sultán Murad IV descansó aquí durante su campaña de Bagdad.

La especialidad del Tahmis Kahvesi es el menengic kahvesi, un café elaborado a partir de los frutos del árbol de pistacho silvestre o terebinto. Esta bebida, de sabor distintivo y sin cafeína, se ha convertido en su seña de identidad. Hoy, el Tahmis Kahvesi no solo es un refugio histórico, sino un negocio boyante. Tras superar varios incendios y renovaciones, ha abrazado la modernidad con la venta en línea, desde Grecia a Ucrania, de su café turco y de terebinto.

Café Comercial, 1887, Madrid, España

Cerramos nuestra historia en el nº 7 de la Glorieta de Bilbao de Madrid, España, donde se encuentra el Café Comercial desde 1887. Con sus artesonados, pinturas y conciertos de piano y violín, se convirtió desde sus primeros días en un elegante salón de la vida pública. Famoso por sus tertulias invernales y su extensa terraza de verano, albergó un centenario club de ajedrez y se ganó versos en un chotis —baile típico de la capital— de Marcial Guareño, que lo recomienda así: «Quiere usted tomar / un café rico / acuda al Comercial / que es exquisito».

Fue punto de encuentro de una brillante generación de escritores, entre ellos, Antonio Machado —honrado con su propio rincón—, Gloria Fuertes, Jardiel Poncela y Camilo José Cela, de quien se dice que esbozó aquí parte de su La Colmena, entre muchos otros. Tras un cierre temporal en 2015 que sorprendió a la ciudad, el Café Comercial reabrió en 2017 tras una meticulosa reforma que respetó todo su encanto protegido.

¿Le ha gustado la noticia? ¡Compártala en sus redes!