La ciudad de Amberes, en el norte de Bélgica, se extiende por ambas orillas del río Escalda, a apenas 15 km al sur de la frontera con Países Bajos y a 40 km al norte de Bruselas. Segunda ciudad del país con algo más de 500 mil habitantes, su vinculación con el mar del Norte a través del estuario del río Escalda la ha convertido en uno de los puertos más grandes del mundo y el segundo de Europa detrás del de Rotterdam. Una de las actividades económicas más importantes de la ciudad es el tallado de diamantes, del que es un centro mundial.

Con un puerto tan enorme y una población que llega a 1,2 millones con su área metropolitana, es fácil imaginar el ingente tráfico rodado que soportan las carreteras, autovías y travesías de Amberes. Sin embargo, ese intenso tráfico no cuenta con una vía de circunvalación de la ciudad debido principalmente al impedimento que suponen los numerosos canales y el propio río Escalda, que se interpone en su camino en el norte. Al menos, así ha sido hasta ahora, porque en febrero de 2018 comenzó la construcción de una enorme infraestructura para superar dicho impedimento. Se trata del anillo Oosterweel, que se abrirá al tráfico escalonadamente, hasta que sea completado en 2030.

Pues bien, una de las secciones de ese anillo la ocupa un proyecto de ingeniería verdaderamente espectacular: el túnel bajo el río Escalda. «Con diferencia, el proyecto más grande y ambicioso que gestiona Lantis», aseguran desde la sociedad anónima pública, creada por el gobierno flamenco, que realiza y gestiona los proyectos de movilidad e ingeniería de importancia regional, entre ellos el Oosterweel. El túnel bajo el río Escalda, de 1,8 km de longitud, 3 carriles en cada sentido y uno más independiente dedicado exclusivamente a los ciclistas es «una proeza nunca vista». Pero, ¿por qué?

60.000 toneladas es el peso de cada una de las 8 secciones que se construyen en estos momentos, por el método de prefabricación, en un muelle del puerto de la localidad belga de Zeebrugge, a unos 100 km al oeste de Amberes, a orillas del mar del Norte. Cuando estén finalizadas, los extremos de cada una de estas secciones se sellarán de forma que queden estancas y se garantice así su flotabilidad. Posteriormente, se inundará el muelle en el que se construyen actualmente y, arrastradas por dos barcos remolcadores, se transportarán por mar, y a través de las aguas del estuario del río Escalda, hasta su ubicación definitiva.

Una vez en posición, las secciones se sumergirán alternativamente hasta ser depositadas en una zanja previamente dragada en el lecho del río. Al mismo tiempo, las secciones de los extremos se unirán a las que esperan sobre el terreno, de transición a la superficie, construidas exactamente con las mismas medidas. Tras ser unidas todas ellas, se drenará el agua de las juntas de contacto entre las 8 secciones, y las de los extremos, y, por fin, se retirarán las compuertas que hasta ese momento habían servido para hacerlas estancas. Por si la complejidad de todo este procedimiento no fuera suficiente, hay que añadir que el trazado del túnel bajo el río Escalda no es recto, sino que discurre con una leve curva.

Tal como afirman desde Besix, compañía adjudicataria e integrante del consorcio de empresas que lleva a cabo la construcción de esta sección del anillo Oosterweel, la técnica del «tubo sumergido», un procedimiento en el que la gravedad y la fuerza de empuje del agua pugnan entre sí, «es uno de los sistemas de construcción en hormigón e hidráulica más ingeniosos». No podemos estar más de acuerdo. Solo cabe añadir que se trata de un costoso método de construcción, ya que exige una inversión de €570 millones (del total de €7.000 millones que se llevará el conjunto del anillo Oosterweel).