Las fachadas y muros de muchos edificios históricos sufren daños debido a movimientos en los cimientos o al deterioro de sus estructuras portantes, lo que provoca fisuras o grietas en los elementos visibles. En algunos casos, estas fisuras o grietas comprometen la estabilidad del edificio.
Para solucionar este problema, es importante contar con una ingeniería que analice cuidadosamente los materiales y seleccione los morteros de reparación adecuados al elemento afectado. Las estructuras tienden a moverse por los puntos más débiles, y localizar esos puntos es clave. Solo así es posible «coser» una fisura y permitir, además de pequeñas dilataciones, que los movimientos continúen sin provocar aberturas peligrosas o perceptibles. Porque, aunque no lo parezca, las fachadas y estructuras se mueven diariamente debido a la exposición solar, los cambios de temperatura, el viento e incluso el uso regular.
Tradicionalmente, este cosido se realiza con pequeñas armaduras que permiten la formación de fisuras mínimas que pasan desapercibidas. Una vez seleccionado el material adecuado, las fisuras se cosen con estas armaduras para mantener las aberturas en dimensiones prácticamente imperceptibles.
Con la llegada de nuevos materiales, las soluciones han evolucionado. Los refuerzos de fibra de vidrio reemplazan crecientemente al acero por ser más resistentes y elásticos. Además, permiten diámetros menores, lo que facilita su colocación entre ladrillos o mampostería, y que se adapten mejor a las llagas y pequeños huecos.
Por Jorge Laguna, jefe de la sección de estructuras del Dpto. de Arquitectura de Amusement Logic