El crecimiento y la democratización del turismo en el ámbito mundial ha provocado que se multipliquen los tipos de viajes en los que se embarcan los turistas. Hoy es posible clasificarlos según el ámbito geográfico, la duración, el rol del turista, según la naturaleza de la experiencia, la motivación de los viajeros, la finalidad del viaje… En todo caso, dejamos para otra investigación dar cuenta de una clasificación exhaustiva de los tipos de turismo y prometemos compartirla con vosotros. En cambio, aquí solo vamos a hablaros del turismo de ocio, el cual, según definición de Statista —una de nuestras fuentes—, «se refiere a los viajes que se realizan para relajarse o por placer».

El turismo de ocio se ha convertido en una actividad masiva responsable de un tsunami económico. Desde un crucero por el Caribe, un viaje para disfrutar de un parque temático o un parque acuático, hasta una escapada rural de fin de semana, el turismo de ocio representa, según leemos en Statista de nuevo, «aproximadamente el 80% del gasto mundial en viajes y turismo»; pero no solo eso, este tipo de turismo se encamina además hacia una expansión histórica. De acuerdo con un informe, en este caso de Boston Consulting Group (BCG), frente a los $5 billones de dólares de 2024 (o €4,2 millones de millones, es decir, 3 veces el PIB de un país como España ese mismo año), «los viajes de ocio ofrecerán a aerolíneas, hoteles y otros participantes del sector turístico una oportunidad de $15 billones [€12,8 billones] en 2040» —o casi el PIB de la zona euro de la Unión Europea en 2024.

Es necesario aclarar que la previsión de BCG abarca el sector del viaje de ocio desde una perspectiva amplia —aerolíneas, hoteles, y otros. En cambio, la revista Leisure and Tour World proyecta un mercado de $2,3 billones (€2 billones) para 2032, en referencia, probablemente, solo a los ingresos directos de paquetes turísticos, operadores y servicios de alojamiento, en una segmentación más acotada dentro del mercado del ocio. Esta disparidad es, en sí misma, el mejor testimonio de la complejidad y las múltiples capas de un sector tan dinámico como difícil de encapsular en una única estadística. Lo que ambas proyecciones confirman, desde ópticas distintas, es la dirección inequívocamente alcista de una industria que se expande a buen ritmo.

Este tsunami del ocio hunde sus raíces, entre otras, en dos transformaciones sociales fundamentales: por un lado, el surgimiento de una pujante clase media en los mercados emergentes con un apetito insaciable por explorar el mundo —¿hay alguien que no lo comparta?—; por otro, un cambio cultural profundo en la escala de valores, un «creciente énfasis en las experiencias, en lugar de las cosas; la gente opta cada vez más por gastar su dinero en crear buenos recuerdos». Efectivamente, en esta suerte de economía de la experiencia, un recuerdo vale más que un objeto material.

Y a pesar de todo, la expansión del turismo de ocio no recae únicamente sobre largos vuelos transcontinentales o internacionales. Muy al contrario, «los viajes domésticos constituyen el grueso del turismo de ocio, especialmente en los mercados emergentes». El viajero local y regional es el verdadero sostén de este crecimiento, un dato crucial para los destinos que buscan captar ese potencial. No obstante, entre los viajeros que traspasan fronteras se da una presencia cada vez mayor de turistas procedentes de China, la India o Arabia Saudita. Para más señas, estos tienden a ser más jóvenes y, por supuesto, viajan hiperconectados. Respecto a los destinos, «los clásicos», es decir, playas, naturaleza y ciudades, mantienen su poder de seducción.

Desglosar por grupos demográficos al conjunto de los viajeros de ocio es descubrir un universo de motivaciones. Según BCG, los Millennials y la Generación Z, nativos digitales socialmente conscientes, son los más influyentes a nivel global. Pero no son los únicos: «los viajes multigeneracionales y mixtos están en auge debido a los cambios en los estilos de vida, la flexibilidad laboral y el envejecimiento de la población». Al mismo tiempo, viajar solo ha dejado de reducirse a un «nicho», para convertirse en «una tendencia dominante».

Estos nuevos viajeros abrigan expectativas muy claras: exigen un servicio digital impecable, desde la reserva a través del teléfono móvil a la disponibilidad de «súper aplicaciones», y buscan la personalización extrema de sus experiencias con ayuda de inteligencia artificial (IA). Un excelente ejemplo de este anhelo es la idea de que los destinos deben respetar la cultura, las costumbres y las restricciones de los viajeros, como en el caso de los veganos en el turismo gastronómico. Por si no fuera suficiente, estos nuevos turistas confían en las recomendaciones de su comunidad, por encima de la publicidad tradicional.

Otra cuestión crucial: la forma de planificar los viajes vive su mayor transformación desde la llegada de Internet. Los viajeros ya no se limitan a buscar un hotel, sino que mantienen «conversaciones más profundas e interactivas con agentes de búsqueda basados en Modelos Extensos de Lenguaje». Este viraje es tan hondo que «puede suponer una amenaza existencial para las agencias de viajes». Y es que, a menudo, las plataformas de búsqueda fundamentadas en IA esquivan a los «agregadores tradicionales» y redirigen a los usuarios hacia las ofertas más relevantes.

No obstante, respecto a ese particular, BCG publica los resultados de una encuesta de 2024 según la cual, los viajeros globales consideran de forma general, a pesar de emplear robots de chateo para decidir sus viajes, que «la interacción humana es también especialmente importante».

Fuentes: Boston Consulting Group, Statista, Travel and Tour World.

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