Mármoles negros veteados para un spa privado. Losas oscuras pulidas —hasta ser especulares— cubren paredes, techos y zócalos sin solución de continuidad, solo interrumpidas por finos perfiles que dibujan líneas de luz indirecta. El resultado es una penumbra teatral donde el brillo cálido de las aristas resalta texturas y genera profundidad, mientras las piscinas de hidromasaje, labradas en la misma piedra, parecen lagos de obsidiana iluminados desde el interior.
Una geometría contenida y precisa: plataformas flotantes para tumbonas reclinables, nichos perimetrales para la relajación térmica y volúmenes macizos que ocultan duchas sensoriales. Todo se articula en torno a la idea de refugio introspectivo; un espacio donde el silencio se subraya con el susurro del agua y el latido rítmico de la iluminación perimetral. Cada detalle, el tacto sedoso del cuero color chocolate, los difusores lineales integrados en el suelo, los volúmenes oscuros, refuerza esa sensación de cápsula aislada del exterior.
Un diseño que escenifica la atmósfera de las suites presidenciales en hoteles, resorts o grandes villas. La experiencia de bienestar y exaltación está servida. El lenguaje estético de este spa se comunica con facilidad con proyectos contemporáneos en Oriente Medio, pero también con centros alpinos; la paleta oscura dialoga con horizontes desérticos y con paisajes nevados. Más que un spa, es un testimonio de pura sofisticación, un lugar donde materia y luz orquestan una escena de sólida calma. El huésped o el residente se disuelve en el tiempo, entre vapores, piedras, reflejos dorados… y los goces del agua.