Columnas revestidas de mármol marrón veteado se curvan en arcos monumentales, sobre un pavimento pulido que replica sus vetas y reproduce el espacio con reflejos especulares. Sofás curvos tapizados en terciopelo rojo burdeos abrazan a los huéspedes con la calidez de un teatro clásico, mientras las mesas bajas de latón devuelven las luces ámbar de una lámpara escultórica que desciende como una cascada dorada.
La paleta cromática combina el ocre cobrizo de los revestimientos, el dorado bruñido de los detalles metálicos y el verde profundo de plantas tropicales que salpican de frescor los rincones del interior. Cada textura dialoga con la siguiente: la suavidad del terciopelo contrasta con la fría solidez del mármol y ambos se templan con la calidez satinada de la madera de nogal que recubre barras y carpinterías.

La luz natural entra por los arcos acristalados, baña los volúmenes y realza cada veta, cada reflejo. Al caer la tarde, una línea LED oculta en los perfiles de latón ilumina los contornos y transforma la estancia en un collage de brillos y sombras que exalta la experiencia del espacio. El resultado es una recepción que entrega un lujo contemporáneo a través de materiales nobles, matices intensos y una iluminación dramática. La arquitectura hace del primer encuentro con el hotel un auténtico momento de impacto para los huéspedes.